Capitulo 3: Sobreviviendo

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Mis días ya no eran una completa mierda. Como lo había dicho antes lo único que necesitamos TODOS es un poco de amor, Fidel me recogía por las mañanas para llevarme al colegio y por las tardes salíamos juntos, aveces no llegaba a casa a dormir por quedarme con Fidel pero a mi madre no le importaba.

Nunca creí que aveces en los peores momentos te podían pasar las mejores cosas del mundo.

Los días pasaban y gracias al apoyo que Fidel me brindaba empezaba a comer un poco más, lamentablemente Fidel no lograba quitar las heridas que aún tenía por dentro, las críticas y ofensas nunca se van esas y el daño que te causaron nunca se van del todo.

Cinco años pasaron y empeze a vivir con Fidel en su pequeño pero acogedor apartamento, creía que al fin podía estar tranquila no viviendo si no sobreviviendo pero fue entonces que todo lo que creí que había armado con Fidel se derrumbó.

Había empezado la época de frio por lo que estábamos en vacaciones, Fidel y yo habíamos ido a patinar o más bien a que me enseñará a patinar, luego de veinte mil caídas fuimos a comer.

-Me duele mi trasero Fidel- decía mientras metía un bocado de ensalada a mi boca.

-Dos clases más y estarás patinando como una profesional- decía sonriente.

-Ni de loca me vuelvo a ir a patinar contigo, ¿Sabes cuanto me dolío cuando fui al baño?- soltó una pequeña risa y le dio otra mordida a su hamburguesa.

-¿CÓMO ES POSIBLE QUE NO ENTIENDA UNA SIMPLE ORDEN?- un señor a las espaldas de Fidel discutía con un mesero, al instante captó la atención de todos.

Aquel hombre estaba de espaldas pero algo en él se me hacía conocido. El mesero se retiró obedeciendo la orden del señor, todos en el restaurante volvieron a lo suyo y olvidaron a aquel hombre.

-Kamila la próxima semana me iré a Querétaro con mi hermano y pues me gustaría que me acompañaras- Colocó sus codos en la mesa y me observo fijamente.

-¿Porque no?-

-¿Eso es un si?-

-Un rotundo si-

Acabamos nuestra comida y Fidel y yo salimos del restaurante, fue cuestión de minutos para que mi felicidad se fuera al maldito caño.

-¿Kamila?- aquella voz masculina me llamo la atención y me pare en seco. -¿Kamila?¿Eres tu?- sostuve la mano de Fidel y la aprete fuertemente.

En mi interior experimentaba muchos sentimientos pero reinaba uno y ese era el miedo.

Me gire con algo de temor y en cuanto observe su rostro mis ojos se cristalizaron.

-Kami soy yo, tu papá- Quise tratar de no llorar pero no podía. Fidel me miraba confundido pero comprendía que no era el momento para atormentarme con preguntas.
Tal vez años atrás hubiera corrido a abrazarlo y decirle cuanto lo echaba de menos, no me hubiera importado la razón por la que se fue, pero ahora solo había rencor.

-No me llames así - respondi con rencor.

-Te vi salir del restaurante y dude un momento si eras tu pero...-

-¿Tu fuiste el que le gritó al mesero?- asintió con la cabeza.

-Kamila estoy muy feliz de verte- se veía alegre.

-Lamento no poder decir lo mismo- en el momento no pensaba lo hirientes que eran mis palabras.

-¿Podemos hablar?-

-No tenemos nada de que hablar- me gire y solté la mano de Fidel para salir de aquel lugar.

Esa tarde lo único que podía sentir era coraje, rabia y rencor. Había corrido al parque y me había sentado en una banca, lloraba desconsoladamente y una depresión me invadió. En ese momento volvío después de mucho tiempo la idea de suicidarme. Unos brazos me rodearon calidamente y no me había echo falta girar a ver quién era, yo ya lo sabia.

-¿Porque Fidel?¿Porque?- apretaba mis puños con toda la fuerza que tenía y más lágrimas caían de mi rostro-¿Cómo se atreve a aparecer ahora?-

-Pequeña vamos a casa- Su voz me transmitía paz y sus abrazos me lograron tranquilizar un poco.

Esa tarde no pude odiar más a mi padre. Fidel me había dejado en el apartamento por la tarde mientras el había salido al mercado, necesitaba sacar todo lo que sentía y llorando no lo había logrado, tome una navaja de y me remangue la manga de mi camisa, hice un pequeño corte y sentí satisfacción, hice otro en mi muñeca derecha y una más en cada pie. La sangre comenzaba a manchar mi ropa y más lágrimas caían por mi rostro, la culpa me empezaba a invadir, había echo una estupidez, trate de tomar el teléfono para pedirle ayuda a Fidel, pero mis fuerzas no me dejaban, gracias al cielo había oído abrir la puerta del apartamento y supe que era Fidel. Oía que me gritaba pero no lograba responder, cuando al fin me encontró pude ver su cara de preocupación y lo único que pude artícular fue un lo siento.

Fidel logró llevarme a tiempo al hospital, cuando desperté recordé aquella vez que lo conocí, las paredes blancas, los aparatos de hospital y el sentado en el pequeño sillón. En cuanto me logre sentar sobre la cama Fidel se levantó y me abrazo.

-Perdóname- le decía mientras le devolvía el abrazo.

-No vuelvas a hacer eso- recargue mi rostro sobre su hombro y lágrimas volvían a salir.

-Sentí que éra la única solución- decía con honestidad.

-Pequeña sabes que en estos cinco años eh estado contigo cuando más lo has necesitado, ¿que te hizo creer que no volvería hacer?- dijo separándose de mi para verme fija.

Sabía que aquel día había herido a Fidel, sabía que había cometido un gran error y como era de esperarse lo pague.

-En verdad lo siento Fidel, no estaba pensando con la cabeza-

-Kamila yo creo que...tenemos que darnos un tiempo- esas palabras me dolían en el alma, Fidel había sido la razón de que yo siguiera viva, era mi todo.

-Fidel, no, no hagas esto-

-Kamila yo te amo como nunca eh amado a alguien, pero me dolío mucho lo que hiciste, ¿no pensaste en que hubiera echo yo, si tu te hubieras..?-

-Fidel yo también te amo, eres la única persona que me importa nunca dudes de eso- tomaba su rostro entre mis manos y lo veía fijamente.

-Es lo mejor Kamila-

-Fidel no me dejes, no tu-

-Pequeña yo nunca te voy a dejar, siempre estaré para ti pero creo que lo mejor es que nos demos un tiempo-

Yo Soy Él Que Sanara Tus Heridas (Historia Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora