Geometría hecha Carne/Lunes 14

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Geometría hecha carne. No había otro apelativo para lo que se alzaba ante ella.

Jamás había sentido miedo, y de repente el vacío a su espalda comenzó a tener sentido. El vacío. Así, directo. Sólo tenía que impulsarse hacia atrás para terminar con todo. No supondría una mala solución.

¿Su nombre? Elis River, y estuvo en la policía como vigilante. Tenía contactos y un historial previo gracias a su familia, dedicada al oficio hasta que lo dejaron por un incidente. También poseía la cualidad de un poder sobrehumano diferente cada día, lo que influyó para que la admitiesen.

Hacía bien su trabajo sin apenas esfuerzo, y le gustó trabajar como poli hasta que, sin avisar ─como suelen hacer esa clase de días─ llegó al problema más grande que cualquier agente pueda afrontar.

El ser, que a la fuerza necesitaba ser llamado "Aquello", continuó desprendiendo de su cuerpo cadenas roídas de herrumbre que viciaron el aire, impregnado de una neblina roja que moteó en lo ínfimo la cara de Elis. Las cadenas se mantuvieron compactas en la carne enferma, caóticas sobre el cemento de la azotea, representando la espera de una red que atrapa y ahoga sin miramientos.

¿Qué era acaso "Aquello"? La respuesta la había pronunciado con la comparación a la geometría, una igualdad similar a ella ─y a todos─ que volvió a negar. Creyó que al fin podía darle forma al miedo, compuesto además de una mezcla de ironía y broma pesada por parte de la realidad.

Una fina unión invisible ataba al ser con el hombre pálido que se situaba enfrente, único causante de la aparición con brujería que Elis todavía negaría. Esa especie de persona le cambió la vida, y seguía sonriendo con prepotencia y orgullo como si no importara que el mundo hubiera acabado loco. Quizás tuviese razón, y ya nada importaba si así había sido alguna vez.

La garganta la notó como llena de telarañas, y la mente dio chispazos de dolor por la incomprensión de cómo pudo hacer para acabar en ese punto, esa inquietante e inconfundible situación que se reía de ella. Todo había comenzado con un caso de asesinatos en serie que desembocaron sin obrar en la secta contra la que se enfrentaba.

Luego estaban los asesinos ajenos que abusaban de niños. "Qué manía con los niños", lamentó Elis una vez más.

Otra vez más.

Pero no temió, la sensación que la invadía debía de ser artificial. Hasta el momento no conocía ni la derrota ni las lágrimas, y el cúmulo de la historia le servía como base de apoyo, tan alta como el edificio donde se situaba recapitulando y combatiendo. ¿Por qué iba a perder ahora...? Por primera vez la respuesta fue tomando forma: la misma forma que miraba con decenas de ojos manchados entre hollín, óxido y carne.

Sólo tenía que echar su cuerpo hacia atrás. Sólo eso. Y podría huir de una vez de todo. Una única acción e iría contra el aire. Por último contra el suelo.

Aunque... tenía que serlo, no había otra explicación. Sentía que seguía siendo ese día...

El día perfecto. Ahí fue cuando comenzó todo.



Just a perfect day...

El espejo devolvió la imagen. Quedó satisfecha. Su figura hizo gala y honor a la fidelidad del vestido negro que portaba, ocultando debajo el corte de traje especial tan curtido en cien historias.

Then later, when it gets dark...

Se ajustó las medias, un chasquido con la boca y constantes miradas para la ventana anunciaron la impaciencia por acción. Se aseguró una vez más de estar en condiciones. Cogió los zapatos, se afirmó para sí misma y se giró con decisión planeada.

Un Día Perfecto para ElisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora