Eddy visitaba por primera vez aquellas carreteras rulares. Estaban bien cuidadas a pesar de la lejanía con la ciudad. La investigación le conducía hasta allí para repetir el interrogatorio al que fue uno de los principales implicados. George Rautin fue amigo cercano de la pequeña River, lo que levantó dudas incluso antes de lo sucedido. Se le consideró sospechoso desde el principio, un punto de vista que pudiera ser algo injusto. Para muchos estaba en la cárcel, pero estaba libre porque la policía supo que no era culpable, que por desgracia tampoco tuvo que ver ni un mínimo.
La casa de estilo rural quedó a un lado y Eddy se introdujo sin vacilar por el camino. Estacionó y conforme salía del vehículo se mantuvo mirando cada detalle de la casa. Daba impresión de vieja debido a la suciedad de tierra que dominaba la zona. Se acercó a la puerta a medio pintar y llamó con golpes de nudillos pasivos pero notables.
Lo que intuyó como dos minutos después, la puerta se abrió sin inseguridades, surgiendo de la oscuridad de toda casa el hombre en cuestión. Iba vestido con manchas bajo la forma de una camiseta interior de tirantes. Su barba dejada por pereza lucía bajo una nariz de gnomo y unas diminutas gafas al frente de ojos de párpados pesados. Sin saludar, se dio la vuelta con lentitud y se adentró en la casa. Eddy imaginó que tenía que entrar al haber quedado la puerta abierta. Recordó la alegoría que una vez comentó Elis sobre que los policías, al igual que los vampiros, necesitaban permiso para entrar a los lugares.
En la habitación se intuyó suelo bajo centenares de placas informáticas y otras clases de piezas electrónicas. No entraba luz del exterior, con lo que una bombilla acaparaba el cuarto con tonos amarillos y marrones. Le llamó la atención la falta de muebles, salvo por una silla de oficina frente a un escritorio con un teclado, el ratón y una torre de ordenador abierta, única calefacción del lugar; siquiera habían estanterías, donde pilas de libros se alzaban por el suelo como curioso bosque. A Eddy le pareció intuir entre montones un pequeño frigorífico despedazado, como si tras una delicada operación que salió mal el cuerpo hubiese sido desechado sin más a la espera del siguiente.
Miró a George y al té que traía. Éste lo dejó con fuerza despreocupada sobre el escritorio abarrotado, donde ambos se situaron enfrente sentados con las dos únicas sillas del cuarto.
George se centró cuanto antes en el monitor de ordenador que Eddy descubrió situado allí, junto a la torre asomando curioso, algo inquietante entre columnas de trastos y CDs. Eddy movió la cabeza y pudo ver en la pantalla un navegador web con infinidad de pestañas abiertas.
Se centró en la bebida y apretó la bolsita con la cuchara. No tenía mal olor ni color, al contrario que la piel de aquel hombre, del que también se destacaba que no practicaba el protocolo de las visitas.
─Considera esta visita como algo cordial, como si yo no fuese agente. Tutéame, no te preocupes.
─Vale.
Hubo más silencio. Un sorbo se sucedió antes de iniciarse la conversación por parte del policía:
─Siento de veras que alguien venga de repente y te insista con el tema...
─No se preocupe, lo comprendo ─respondió George sin mirar.
Aquella respuesta le resultó a Eddy un poco ajena, como si el hombre contestara por compromiso o incluso de una forma automática. Sacudió para limpiar de polvo las mangas de su chaqueta (había decidido ir de paisano) como método de saber por dónde comenzar a preguntar:
─¿Cómo y cuándo la conociste?
─Hará... ¿Tres años? ¿Cuatro? No lo recuerdo bien, la verdad.
─No te preocupes. Tú habla tranquilo.
─Ya ─repasó un momento el aire antes de centrarse─. La conocí en un foro de electrónica. Más bien de informática especializada en Hardware. Sabe de eso, ¿sí?
ESTÁS LEYENDO
Un Día Perfecto para Elis
Dla nastolatkówElis es una niña sobrehumana que trabaja con la policía hasta que es expulsada por culpa de su obsesión por un asesino en serie. Eso no le impide seguir investigando en secreto, lo que la llevará al encuentro de unos seres sin tiempo que le prometen...