Capítulo II. Mentiras

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Pasaron unos segundos en los que permanecí en silencio, observando con desprecio al hombre. Si algo no había echado de menos, era verle, era sentir su mirada fulminándome, sentir su presencia. Dejé escapar un suspiro pesado y formé un puňo con mi mano derecha.

—¿De qué se supone que debemos hablar? Que yo sepa puedo seguir con mi vida.— rompí el silencio de manera tranquila, estaba convencida de que ya no podía hacerme nada. Las armas que usaba en mi contra las perdió durante la batalla. En su rostro aparece una sonrisa divertida y tras aclarar la garganta, se dispone a responderme.

—Primero que todo, deberías alegrarte por no estar en la cárcel... Ah, y darme las gracias por pagarte estos tratamientos médicos.— hizo un movimiento con la mano derecha y recorrió con su vista la habitación.

¿Estaba hablando en serio? No le pedí que pagase estas cosas.

—¿En la cárcel? ¿Yo? No me hagas reír... Yo no fui quien le introdujo a medio mundo un microchip en el cuerpo.— alcé ambas manos y negué lentamente con la cabeza. —Vamos, que hacer eso es algo muy legal.— añadí, logrando con ello que la sonrisa desapareciese de su rostro.

—Por entrar en algo de propiedad privada, que puede ser considerado hasta robo. Nadie sabía cuales eran tus intenciones.— se defendió y cruzó los brazos.

—¡¿Qué?!— levanté la voz y di un sobresalto en la cama. Sentí como la velocidad de mis latidos aumentaron.

—Vamos, relájate encanto.— una carcajada rellenó la habitación. La puerta de repente se abrió, en ella apareció una mujer pelirroja de ojos verdosos. Deduje que se trataba de una doctora o enfermera.

—No es bueno que altere a la paciente.— regaño a JT y se acercó a la cama. De manera casi violenta, colocó la palma de su mano en mi frente. Abrí los ojos de par en par sorprendida.

¿De qué demonios sirve que me haga eso?

—¿Cómo se siente?— preguntó con una voz dulce y agradable.

—Bien, me encuentro bien. ¿Puede darme el alta? No quiero estar aquí. ¿Qué debo hacer? ¿Contar hasta diez? ¿Dar un paseo por la habitación?— la mujer dejó escapar una corta risita divertida.

—Bastará con que esperes a los resultados de las pruebas de sangre.— respondió cuando calmó su risa.

—Genial...— murmuré con cierro asco. Odiaba las agujas, y mucho más cuando sabía por adelantado que me iban a hacer algo con alguna.

—Te sacamos la sangre hace una hora más o menos. En unos minutos te traeré los resultados.— se apartó de mi y de manera enérgica se dirigió hacia la puerta. —Y usted, deje de alterarla, acaba de despertarse y tiene que acostumbrarse a estar aquí.— añadió y salió de la habitación.

—Esto... ¿Gracias?— arqueé una ceja, mientras que observé como JT se divertía con la situación que había pasado.

—Volviendo al tema... Comportate.— me guiñó el ojo y se acercó a la cama.

—Me estoy comportando... Eres tu quien no me deja en paz. Ve a darle de comer a las palomas del parque o algo.— gruñí furiosa. No quería seguir con la conversación que estábamos teniendo, ya que en mi opinión no llegábamos a ninguna parte teniéndola.

—No me hagas crear otro microchip para que seas buena chica.— me advirtió, note como su mirada se llenó de rabia, pero no se limitó a decir nada más.

—Oh vaya, hace mucho que no me amenazas, pensé que se acercaba el fin del mundo. Menos mal que lo has hecho, ahora se que todo está normal. ¿Por qué no me haces el gran favor de dejarme en paz? No tienes nada que quitarme. Tienes gran parte de mis recuerdos, me arrebataste una parte de mi vida. Te quedaste sin nada que quitarme.— proseguí mientras sentía como el asco hacia su persona aumentaba. Una parte de mi no entendía que era lo que quería de mi, pero otra parte sentía la necesidad de saberlo.

La Última Partida (Libro 2) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora