Memorias...

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–Hola Natalie –me saluda Anne con un abrazo agachándose, lo cual es irónico, porque soy más alta que ella.

–Hola Anne –sonrío solo un poco, recordando que el dueño de mi sonrisa está en la camilla a mí. –Hola Niall, hola Zayn.

–Que tal.

– ¿Cómo te sientes? –pregunta el rubio.

–Bien –respondo acercando mi silla a la camilla de Harry. Los chicos se sientan en el sillón. Sinceramente prefiero y agradezco que no se acerquen a mí.

Me siento desprotegida, pues él que me protege siempre, está tendido en una cama, en silencio… en un silencio que hace que mi corazón agonice cada segundo más.

Anne está de pie al final de la camilla, sus ojos van de Harry a mí, y de regreso. Louis, Niall y Liam están charlando en voz baja, todos con cara de preocupación. Me miran de reojo de vez en cuando y continúan con su charla.

Me quedo absorta en Harry, está tan pálido, se ve tan débil –no lo tolero-, hasta su cabello está opaco…

Tomo su enorme mano y la beso, lo miro. Sus facciones, sus bellas facciones. Extraño tu sonrisa.

–Él estará bien –dice Anne.

–Es lo que más espero –le respondo sin mirarla.

–Natalie –me obligo a mirarla por el tono preocupado de su voz-, ambos estarán bien. Esto solo ha sido un accidente, una piedra en el camino –sonríe-. Pronto Harry despertará y tu caminarás, y todo será como lo era –sus ojos verdes proyectaban ilusión ya amor, los que me contagió. Ahora entiendo porque Niall la escogió, es una gran chica, y una gran amiga.

–Gracias –digo conteniendo algunas lágrimas. Ella estira su mano hacia mí, la tomo y la estrujo solo un poco.

Durante el resto del día, después de despedir a las visitas, comí un poco. En realidad es que no tenía ni tengo apetito –no viendo a Harry así-, aunque no voy a dejar de comer y ya, es solo que tengo mucho con que lidiar, y mi mente no me deja tranquila bombardeándome con imágenes del accidente y con recuerdos de Harry. Lo que no entiende mi mente es que yo no quiero simplemente recordarlo, yo quiero tenerlo conmigo.

La enfermera entró un par de veces mientras las horas pasaban. Cambiaba el suero, lo movía, revisaba los aparatos, le daba de comer y salía. Ha repetido el proceso cuatro veces antes de finalmente hablarme.

–Señorita, ¿va a quedarse?

–Sí, por supuesto –ventajas de ser paciente de la clínica, supongo.

–Estaré pasando, o mi compañera, por si necesita algo.

–Gracias.

– ¿Necesita algo?

–No gracias, estoy bien.

–Es una noche fría, voy a traerle una manta.

–Er, bueno, gracias.

Ya cubierta con la manta, acostada en el sillón mirándolo, me doy un momento para pensar. No siento mis piernas. Es como si estuvieran dormidas, pero al menos cuando están así sientes algo. Yo no siento nada.

¿Cómo llegamos a esto?  Los recuerdos de la mañana del accidente pasan rápido por mis ojos: Las zapatillas rojas, el chocolate, la llovizna, mi actitud, Gemma, las personas con sombrillas, el Volkswagen, el camión, la canción, el choque; mi garganta se seca. Suspiro, cierro mis ojos e intento dormir arrullada por los ruiditos de los aparatos.

Memorias de Amor. [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora