Calico

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Era sábado por la tarde, el sol estaba en su mejor momento y yo y mis amigas conversábamos de camino a la cafetería de Joe. Era nuestro punto de reunión por excelencia. Lili y Hilary iban caminando juntas delante nuestro. Atrás, Mary y yo las seguíamos muy de cerca.

Lili, rubia, de cabello rizado y largo, de ojos azules y un pircing en la nariz. Se había mudado al pueblo un año atrás, sin embargo, debido a la poca población, aun la considerábamos "nueva". Hilary, de cabello negro y ondulado y ojos cafés, nos conocía desde la infancia. Mary: era la más cercana a mí. De cabello lacio, castaño y muy largo, ojos verdes y mejillas abultadas. En cuanto a mí, nada del otro mundo, cabello rubio, ojos azules y tez blanca. Al igual que Lili, no había nacido allí. Pero había llegado al pueblo a la edad de 4 años. La edad perfecta para adaptarse a un nuevo entorno social.

Entramos en la cafetería y sonó la campanilla de la puerta. —¡Niñas!— exclamó Joe al vernos llegar. El resto de los comensales sonrieron.

Calico° era un pueblo pequeño al sur de california con una población total de 958 habitantes. No era un pueblo muy visitado por los turistas y eso obligaba a la gente a conocerse entre sí. Así que a nosotras nos conocían muy bien en ese lugar.

Pedimos una soda de lata cada una y una caja de papas fritas. A pesar de los ventiladores del interior del lugar, el calor era insoportable, así que salimos.

Nos sentamos en el cofre de los autos que estaban estacionados afuera. No había ningún problema, seguro eran de los que estaban comiendo adentro.

—¿Quien quiere ir de compras mañana a San Bernardino?— preguntó Lili. Cosa normal en ella dado que venía de L.A. Se notaba a leguas que ella no era de aquí. Usaba ropa de temporada, su cabello siempre lucía perfecto, se maquillaba siempre y no era de chismosos saber que fumaba marihuana cuando estaba sola. Además tenía coche, cosa que ninguna de las cuatro tenía. Conducía un prius de toyota. Nada de eso eran cosas que nosotras hiciéramos o tuviéramos.

Nos miramos con una sonrisa en la cara. Todas queríamos salir del pueblo aunque fuera para acompañar a Lili al mall.

—Yo voy—dijo Hilary.

—Y yo— secundé.

—Voy a ver si puedo, tal vez las acompañe, no tengo mucho dinero.— comentó Mary al final.

Todas lo sabíamos, pero nadie comentaba al respecto. Los padres de Mary no ganaban mucho. Lili nadaba en dinero, su madre era abogado y su padre juez. La mamá de Hilary tenía pensión de su marido por haber muerto sirviendo a su país. Pues había muerto en Afganistan. Mi madre y yo vivíamos solas y cada mes mi padre venía a la casa. Ganaba bien y cada semana nos enviaba dinero. Los padres de Mary tenían una lavandería en el pueblo.

—Bien, tu cargaras las bolsas— dijo Hilary en tono sarcástico para romper la tensión. Todas nos reímos y Mary hizo un gesto dramático de agotamiento con la mano en su frente.

—Ya te compraremos algo— agregó Lili al final. Mary sonrió.

—¡Un brassier rojo con encaje negro!— volvió a bromear Hilary. Reímos todas.

—¡Yo no dije que iba a comprar!, ¡solo dije que iba a comprar algo! - bromeo también Lili.

—Y compremos mascara de pestañas para Natalie, al menos podremos ver sus ojos — Comentó Hilary. Siempre hacían bromas con el hecho de que mis pestañas estaban caídas. Yo no tenia problemas con eso. Para mi lucía bien.

—¡Oh sí!, y un par de zapatos de tacón —agregué —¡y seré toda una diva! — dije con un ademán pretencioso de echarme un mechón de cabello hacía atrás. Todas rieron.

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