O cuando te retuerces entre las sábanas.
Y suplicas que se vuelva a hacer de noche.
O de cuando miras por encima del hombro.
Y sientes vértigo.
O cuando incendias agua con los ojos.
Y haces fiestas en tus costillas.
O cuando gritas sin abrir la boca.
Y rompes sin ni siquiera acercar la mano.