Los Ángeles no son Buenos Amantes

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La noche se cernía sobre la ciudad. El edificio abrazado al silencio observaba con ojos soñolientos las lejanas estrellas. De un apartamento en el tercer piso una brisa se escapaba sigilosamente por la puerta. En la angosta habitación, bañada por la luz plateada de la Luna Llena, dormía una joven.

En los profundos sueños, la chica caminaba ausente por un bosque. Un bosque, en el que las estrellas bailaban al tocar el viento una de sus melodías más alegres. Los búhos en lo alto de los árboles observaban a la humana, curiosos.

La joven se dejaba guiar por el pequeño riachuelo de agua cristalina que corría a la derecha. Los peces saltaban y con una aleta la saludaban. Los lobos, con sus hocicos, la empujaban cariñosamente.

Cuando la muchacha llegó al corazón del bosque, un ángel la esperaba. Éste era un chico alto de ojos cristalinos, rizos dorados y sonrisa nevada. Sus alas plumadas colgaban a su espalda y su hermoso cuerpo brillaba con la luz de los cielos. La chica se le acercó lentamente, atraída por su hermosura. A unos pocos pasos, la joven se lanzó a los brazos de él y así se fundieron en un abrazo.

Mientras ella lo abrazaba, podía sentir el dulce olor y el suave tacto de su piel desnuda. Acarició juguetona esos rizos tan perfectos.

Cuando ella miró sus ojos pudo ver el cielo, con sus blancas columnas de mármol y sus hermosas estatuas de plata. El chico le acarició suavemente la cara y la acercó un poco más a la suya. Los labios a punto de rozarse...

De repente unos brazos la sujetaron con fuerza por el abdomen y la arrancaron del chico de rizos dorados, alejándola unos cuantos pasos. La chica forcejeaba, se resistía, pero los férreos miembros no la liberaban. Cuando se fijó bien en el ángel dejó de moverse:

Él tenía el brazo extendido hacia delante. La mano, que poco antes había acariciado la cara de la chica, la invitaba a volver con él. La otra sujetaba un puñal bañado por la luz de la Luna.

Como vio que ella no iba a volver, el ángel bajó lentamente la mano, se encogió de hombros, desplegó sus alas y se fue volando. La joven estaba atónita. Ese ser que parecía tan perfecto había estado a punto de...

Los fuertes brazos la dejaron ir y ella se dejó caer. Pero antes de tocar el suelo alguien la volvió a coger, para que no se hiciera daño. La chica, sorprendida, miró al extraño. El chico que la sujetaba no era perfecto como el ángel. Su cabello no brillaba como el oro, su sonrisa no era de nieve y sus ojos no la llevaban a los cielos.

El chico era un humano, cuya belleza era, en teoría, incomparable con la de un habitante de los cielos. Pese a todo su salvador era mil veces mas hermoso que un ángel.

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