El insaciable.

691 83 7
                                    

Sebastian perdía la paciencia... Y cada vez le entraban más ganas de estrangular a ese chico entrometido. Además Ciel parecía disfrutar con ese juego, un juego que consistía en miradas y sonrojos, en otras palabras: Ligar.
Ciel, por muy niño chico que pareciera, sabía perfectamente el arte de atraer, lo llevaba en la sangre, controlaba a las personas... Era algo hereditario, de eso no cabía duda.
El mayordomo sentía un dolor en su pecho cada vez que veía a su amo con Abbadon.
Su forma demoniaca salía a la luz de forma descontrolada, llegó un punto en el que sus alas de cuervo aparecieron del hueco que formaban los omóplatos del demonio.
Esa sensación nueva estaba haciendo estragos en Sebastian.

Una tarde, mientras Sebastian salía de la mansión para hacer una serie de recados. El conde se encontraba en su biblioteca privada leyendo un libro sentado en su sillón de brazos. La tarde fue lluviosa, por lo tanto la luz escaseaba y Ciel leía iluminado por una lámpara de pie al lado de su presencia.
El sonido de la puerta abrirse no fue captado por el conde pues el golpeteo de la lluvia lo apagaba. Abbadon entró en la estancia y dijo:
-¿Disfruta de su lectura?- le preguntó el alvino a Ciel devolviendo a este a la realidad.
-Sí, gratamente.
-Me alegro, ¿Qué lee?
-Un libro escrito por un conocido al que admiró por la riqueza de sus descripciones y diálogos a lo que en novelas se refiere.
-Parece fascinante.
Abbadon se encontraba centímetros de Ciel, intercambiaban respiraciones. El alvino se aproximó al cuello del conde y empezó a lamerlo con seducción, Ciel se estremeció bajo su aliento. Abaddon se propuso subir hasta los labios del conde, pero este lo apartó con un empujón.
El alvino sonrió y dijo:
-¿Tanto amas a ese demonio tuyo hasta el punto de no querer dar tu primer beso a nadie más que a él?
-No, no es eso- contestó Ciel sabiendo que era cierto lo que Abbadon decía.
-Bueno, no creas que me rindo con facilidad.
-No lo creo.
-Bien, porque, para tu información, soy insaciable.
-Vale...
-Este ha sido nuestro primer encuentro, pero no el último- dijo el alvino desapareciendo tras las palabras que escupió de manera agresiva... Como una amenaza.
Era una amenaza.
Pero a Ciel Phantomhive... Nadie lo amenazaba.
Insaciable decía.
Ja ja ja.
Bien se lo tenía creído.
Una cosa es un juego y otra muy diferente los sentimientos verdaderos del conde.
Para Ciel, Abbadon era un juego... Pero Sebastian, Sebastian era un sentimiento indefinido y confuso.
Puro o impuro era un sentimiento.
Ciel los guardaba bajo llave en su corazón, pero aquellos días estaban abriendo la caja que los mantenía presos.
Eso era preocupante.

Aléjate, aléjate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora