El inaguantable.

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Ciel Phantomhive observaba desde su butacón al mayordomo que en ese momento regañaba a Finny, el jardinero, con cara cansada y paciente. Tal hecho hizo al conde soltar una suave respiración que debía ser una risa y que se quedó en un suspiro de deseo... Los labios del pequeño amo se mordían el uno al otro con erotismo indebido y sus ojos brillaban llorosos por las lágrimas de desesperación que no quería soltar.
Deseaba a Sebastian y lo quería ya...
Su pierna derecha se empezó a mover angustiada por la idea que había cruzado la mente del niño... No era una buena idea, no era para nada buena... Pero la paciencia del conde era limitada y al momento se encontró poniendo sus delicados dedos sobre la campanilla que llamaba a su mayordomo y la estaba haciendo sonar.
Poco después Sebastian entró en el despacho de su amo y este le ordenó cerrar el pestillo de la puerta, obedeció acercándose a su joven señor y le hizo una reverencia.
-Hola Sebas...ti...ti...an- dijo Ciel con un temblor impropio de él en la voz.
-Señorito... ¿Se encuentra bien?- preguntó el mayordomo.
Ciel, por una vez, dejó atrás su orgullo y abrazó a Sebastian con ansia y empezó a llorar sobre su hombro.
-Amo, me está asustando...
Ciel se separó un momento del mayordomo y cogió el rostro de este con sus manitas, lo que lo siguió tal acto fue un beso apasionado el cual sorprendió a Sebastian que se separó de Ciel confuso y anonadado.
-¿Por qué? Se qué no te gusto... Pero por lo menos dame eso, no puedo evitar amarte...lo intenté... Lo juro... Pero no puedo... ¡TE AMO!- dijo Ciel con un tono ascendente en su aguda y dulce voz.
Como un niño encaprichado lo volvió a besar y esta vez, Ciel, notó como su "cosa" empezaba a hincharse de deseo desquiciado.
-Amo, esto no es para ti, no sabes lo oscuro que es el mundo del amor y más aún de esta manera, mírate- dijo tocando la erección del menor- esto no es posible, entiendo tu confusión pues estás empezando con los cambios hormonales...
-No, no es eso, se que te amo, lo he pensado ya bastante... Y me he informado de las relaciones sexuales entre hombres... Se cómo lo podemos hacer...
Un silencio se hizo tras esas palabras las cuales hicieron reír de manera descontrolada al demonio.
-Yo también se como lo hacen dos hombres, señorito, pero el tema es que si sigue así va a conseguir el propósito que quiere...
-¿y qué quiero?-preguntó provocativamente Ciel.
-Que le haga el amor... Pero no.
-¿Por?
-Porque es mi amo y no es apropiado, aparte es solo un niño y encima prometido.
-Agh, odio a esa niña, yo te quiero a ti...
Ciel no se podía creer que su orgullo estuviera cayendo tan bajo.
Ciel bajo la cabeza en signo de rendición y dijo finalmente:
-Te diría: "Es una orden"... Pero no te quiero obligar...
Ciel terminó alejándose del demonio con tristeza. Él sabía perfectamente que aquello iba a pasar, como no esperarse que un demonio de indefinidos años iba a interesarse por un niño totalmente corriente...
Sebastian vio la cara de dolor de su pequeño amo, había esperado por ese momento mucho y más aquellos días en los que un albino entrometido no paraba de causar problemas. Era inaguantable.
Tras la retahíla de pensamientos que cruzaron la mente del demonio, cogió del brazo al conde y lo atrajo para sí.
-¿Sabes? Llevo deseando tocarte desde que te vi... Estoy harto de ser precavido... Eres solo mío y ese Abbadon no se va a entrometer- dijo el mayordomo tras llegar a la conclusión de que ya todo le daba igual.
El demonio besó a Ciel moviendo los labios del joven para hacer cabida a su lengua. Ciel, al notar la cosa húmeda entrar en su boca, gimió deseoso de más.
Los dos se fueron uniendo en un abrazo dolorosamente dulce y Ciel se sintió más seguro que nunca entre los largos y fuertes brazos de su mayordomo.
Sebastian sabía que se tenía que controlar o si no podía llegar a hacer daño a su pequeño amo, aunque a Ciel no parecía que le importara mucho el control, pues besaba cada vez con más intensidad a Sebastian.
El mayordomo sentía que estaba apunto de entrar en un estado de nervio y hambre: hambre de Ciel, pero era un hambre diferente al que sentía cada vez que olía su sangre, era un hambre que le urgía fusionar el cuerpo del menor con el suyo.
Unos golpes en la puerta despertaron a la pareja de sus lujuriosos deseos.
Tanto Ciel como Sebastian se recompusieron rápidamente sin decir nada.
Los golpes de la puerta se hicieron más intensos y un último golpe (una patada) hizo que la puerta se abriera de par en par.
La figura de Abbadon fue apareciendo en el despacho y dijo fingiendo confusión:
-Lo siento, estabais en una reunión importante, ¿verdad? Es que como no respondías, Conde, pensaban que te estaban atacando.
Sebastian no pudo resistirse y dijo:
-Ciertamente, era un ataque...
El susurro de Sebastian fue interrumpido por un pisotón de Ciel.
Aunque Ciel estaba descontento con la interrupción tuvo que sonreír a Abbadon con fingida simpatía.
Tanto Sebastian como Ciel coordinaron sus mentes en un pensamiento...
Ese ser era inaguantable.

Aléjate, aléjate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora