Capitulo 3

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Era domingo, lo que significaba que Anne no tenia clases, ni ningún otro compromiso, ya que su madre no la dejaba quedar ningún domingo, debido que los lunes tenia clases. Así que Anne decidió presentarse temprano a Sant Joan de Déu, para que su abuela le siguiese contando la historia, no quería admitirlo, pero la había dejado con la intriga, ¿quien seria ese supuesto conocido? ¿Sería su abuelo? ¿Un amigo que ahora había perdido después de tantos años? No lo sabia, por eso desayunó a eso de las doce del mediodia, se preparó un zumo y mangó un bikini de la nevera, ya preparado. Seguidamente se vistió con un bonito vestido que asomaba por la puerta de su aramario y se dirigió a la puerta de su casa. Cuando de repente...

- Anne. ¿Dónde te crees que vas? - La dijo su madre.

- Buenos días a ti también. - Respondió ella metiendose un chicle en la boca, para combatir el mal aliento. 

- He dicho que a donde vas señorita.

- Voy a ver a la abuela mamá.

- ¿Si? - quiso confirmarlo su madre

- Ostras, que si pesada, que luego vuelvo, no se a que hora, sobre las nueve o por ahí. - dijo ella abriendo la puerta de casa.

- ¿No vas a comer en casa entonces?

- Y yo que se mamá, tal vez me pillo algo en la cafetería del hospital.

- Espera un momento, te daré una cosa para tu abuela - siguió hablando mientras se dirigia a la cocina.

- Vale -Contestó regañadientes.

Julia cogió unas cuantas cosas y las metió dentro de una bolsita, se la tendió a Anne, y la dijo que ya se podia ir.

- Anda, ya puedes irte, ves con cuidado con los coches y no hables con desconocidos.

-Venga ya mamá, esto ya empieza a parecerse al cuento de la caperucita roja. 

Ambas se miraron, y no pudieron ocultar la sonrisa que se les había formado a las dos en el rostro.

- Anda vete, y dale recuerdos a la abuela de mi parte.

- Lo haré.

Salió de casa vestida con una sonrisa, raras veces iba así de feliz. Miraba a las personas a su paso, vio una cantidad de mujeres embarazadas, y a la vez muchos vagabundos con cartelitos de, una monedita que no tengo casa, tengo dos hijos, y no tengo nada para poderles dar de comer. Les dedicó unos segundos, pero siguió con su paso firme. 

Llegó a la una y veinte a las puertas del hospital, estaba más vació que el primer día que fue con su madre. Ella prefirió coger el ascensor y tomarselo con calma, sabia que su abuela no se moveria de allí, y que la historia no se iba a borrar en dos segundos, así que caminó por el pasillo con una tranquilidad absoluta. Cuando estuvo a punto de llamar a su puerta, recordó que tenía que apagar el teléfono, lo cogió, dejó pulsado el botón de encender, para que le saliese el menú, pero cuando lo iba a apagar, cambió de idea y tan solo lo bloqueó.

Picó a la puerta. Nada. Volvió a picar, y no obtuvo respuesta. Decidió abirir la puerta, pero esta estaba cerrada con llave. "¿Será esta la habitación? ¿O me estaré equivocando?" 

Decidió bajar a recepción a ver que pasaba. 

- Hola buenos días, ¿en que puedo ayudarla?- Dijo la recepcionista con esa voz irritante.

- Emm.. si, Hola buenas. Quería preguntar que ¿dónde está la paciente de la 410? - Dijo Anne bastante confusa.

- Nombre porfavor.

- ¿El mio? 

- No, el de la paciente.

- Ahhh!! Claro, que tonta, emm pues Joana Pi Maragall.

- De acuerdo, espere unos segundos, ahora la diremos.

Anne empezo a estresarse, demasiada tranquilidad se estaban tomando, quería saber donde se podía haber metido una señora de setenta años con poca movilidad que acababa de sufirir un infarto.

- Si, si están bien los resultados, a la señora Pi le dieron el alta esta madrugada. 

-¿En serio? - Dijo Anne alucinada.

- Si señorita, no tengo motivos para mentirla.

- Vale, vale. Muchisimas Gracias!!!!!!!

Salió escopeteada del hospital, hasta la casa de su abuela, no quedaba muy lejos, pero aun asi fue corriendo.



El pasado queda escritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora