➳IV

595 55 8
                                    

«No estoy buscando a nadie para llamar mío, pero contigo, estamos en la zona de peligro. ¿Por qué no caemos en la tentación esta noche?»

Mariana.

Podía notar la angustia en sus ojos al verme en este mismísimo momento. Era tan deprimente verlo de tal forma. Triste, apenado, sin luz. Leí en varias revistas el rumor de su crisis con Juliana, pero con las cosas que dicen los medios de nosotros, lo dejé pasar. Pero ahora, dudaba bastante. No me parecía razonable que esté de esa forma por otra cosa. Él es de esos tipos que dan todo por el amor. Y cuando lo defraudan, se siente una basura.

No apoyaba la idea de que los hombres son los que tienen que mostrarse fuertes, los que no derraman una lágrima. Son humanos, y pueden hacerlo.

Mariano se echo a un lado de la puerta, invitándome a entrar. Sin establecer ni una palabra, accedí. Me senté en una silla, cruzando las piernas, y mirándolo con atención.

— Gracias por preocuparte. — agradeció.

Sin más, se desplomó sobre una silla frente a mí. Le brinde una cálida sonrisa, intentando mostrar cierto cariño, para hacerlo sentir más cómodo

—Sinceramente, no se por donde empezar. — declaró. — Es todo un lío.

Con una mano, se revolvió el pelo.

— Juliana y yo venimos teniendo problemas. Como una clase de crisis. — comenzó. — Y cada día se vuelve peor. Pero a ella nunca le afecta tanto como a mí. Hasta puedo decir que no le afecta en absoluto.

Era obvio. Pero sinceramente, no pensé que diría que a ella le afectaba menos que a él. Con esos datos, podía sacar millones de hipótesis.

— No hay mucho más. Solo que me hace mierda. —concluyó. —Ya sabes que soy bastante jugado para estas cosas. Y me olvido que es como el fuego: Si te acercás mucho, te quemas.

Una media sonrisa, con bastante dolor, se mostró en sus labios. No tenía mucha idea como darle ánimos, porque soy pésima en eso, pero tenía ganas de hacer algo. Ver a alguien al cual le tenés mucho cariño estar en tal situación duele. Como una astilla.

Como las palabras en este mismísimo momento no salían de mi garganta, recurrí a otro medio de consolación bastante bueno: un abrazo.

Obviamente, no lo negó. Es más, me rodeó como un oso, desplomándose sobre mí. Era todo un bebito, chiquitito, hermoso. Casi todos cuando estamos débiles nos convertimos en cosas adorables, abrazables. Quería ver esos hermosos ojos color cielo, pero los tenía apoyados en mi hombro. Unas lágrimas se escurrieron sobre mi espalda.

—Vos tranquilo ¿sí? —susurré en su oído. —Falta para la grabación, falta.

Un tiempo después, Mariano me contó un poco más tranquilo lo que había específicamente sucedido, desahogándose completamente. Era bastante sorprendente saber lo que sucedía en su vida puertas adentro. Él era un bombón con su familia. Siempre es reconocido por su cuidado de su vida privada. Lo único que se sabe bien y rotundamente de él es que apuesta todo por el amor, dejando otras cosas de lado. Es demasiado lanzado con respecto al tema, lo cual le causa un tremendo dolor cuando le va mal. Él se lanza en caída libre, olvidándose que toda caída tiene su impacto.

Yo lo entiendo. Soy de esas personas que apuestan siempre el amor, les parece algo bonito, hermoso, etcétera. Pero a veces, duele. Con Benjamín tuvimos un gran amor, de esos ficcionales. Lo sé, suena mal. Todos saben que estoy en una relación con Benjamín Amadeo. Desde hace cinco años. Solo que, de mi parte, este año empezó a terminarse esa gran pasión. Él la sigue sintiendo como fuego vivo, pero yo no. Le tengo afecto, pero no amor. Aunque parezca un cliché, no lo dejo porque tengo miedo de lastimarlo. No es que me valla a pegar o hacerme la vida imposible. Nada que ver, simplemente lo lastimaría.

La grabación de hoy había terminado, y lo primero que tenía en mente era una sola cosa: Verlo a Mariano. Estaba preocupada (demasiado, en exceso.) Pero cuando entusiasmada corrí a su camerino, Adrián me avisó que se había ido. Frustrada, me propuse irme.

Pero, quizás por lo colgada que soy, terminé en el camerino de Ángela, hablando como dos boludas que no se ven hace una banda.

— Che, La ¿qué le está pasando a Mariano? — preguntó Ángela, tomando un sorbo de su vaso de agua.

Luego de soltar un bostezo, miré con curiosidad a la chica frente a mí. Ella era reconocida por preguntar todo lo incómodo, lo que uno no quiere decir.

Perra estúpida.

Le tengo un tremendo amor, pero odio sus preguntas molestas.

— Voy a ir al grano y no me preguntás más ¿dale? — aclaré, a lo cual ella asintió. — Tiene problemas con la mujer, nada más.

Ella soltó un "Ah", como recordando algo. La miré sin entender porque lo sabía.

— Ahora entiendo ¡Ya sabía que no podían inventar tanto los medios! — afirmó sonriendo.

Uh, dios. Esta chica está informada las veinticuatro horas del día, y yo no sé ni que comí al mediodía. Cosas de la vida, serán.

— ¿Qué dicen los medios, Ange? — la interrogué.

Ángela se ató en brevedad una cola con sus cabellos rojizos, y me miró con obviedad.

— Que su mujer lo insulta porque tiene atrás a una suripanta. — dijo, mientras abría los ojos como platos. — Y tenés que saber que para ella sos vos

N/A: Chicas, acá tienen el capítulos, mis diosas del olimpo. Solo les voy a decir que no voy a subir hasta que el capítulo anterior y este lleguen a los treinta votos. ¡YO LAS AMO, MAMUNAS! Solo que sino se me van para abajo las estadísticas, y las quiero mantener. Besos, lindas.



Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 02, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Solo es amor » MarialiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora