Lo siento...

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1 mes antes de la muerte

*Narra Darien*

—Darien, hazme caso... —reclamó Haru intentando que dejara de leer.

—Espera a que termine esta página —pedí pasando un brazo por sus hombros.

—Eso dijiste hace quince minutos. —Hizo un puchero cruzándose de brazos. Suspiré, puse el marcapáginas, y dejé el libro a un lado.

—¿Contento? —le pregunté acercando mi rostro al suyo.

—Mucho —sonrió agarrando el cuello de mi camisa para atraerme a sus labios. Le devolví el beso con una sonrisa, y le pegué a mi cuerpo. Me encantaban los labios de Haru, eran finos, delicados y suaves, como todo en él. Nos separamos, y aproveché para darle un pequeño mordisco a su mejilla, haciendo que se sonrojara ligeramente.

—Me gusta cuando reclamas atención —susurré contra sus labios húmedos por el beso, mirando a sus ojos azul oscuro, perdiéndome en ellos. Con mi dedo índice, acaricié aquella manchita que tenía bajo el ojo la cual siempre le daba un toque adorable. Haru se relamió, observando mi rostro.

—Quiero más atención —habló mientras rodeaba mi cuello con sus brazos y me acercaba a él, incitándome. No pude controlarme más, y me abalancé sobre él.

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—Buenas noches... —me dijo adormilado, apoyando su cabeza sobre mi brazo mientras me daba la espalda. Acaricié su hombro desnudo, pasando por una cicatriz que tenía cerca de aquella zona, causándole un estremecimiento.

—Buenas noches, mi vida —le respondí rodeando su cintura con mi brazo libre. Sentí como su mejilla se apretaba contra mi antebrazo, señal de que sonreía.

Empecé a decirle "mi vida", a los cuatro meses de relación. Él al principio se avergonzaba tanto que me pedía que no lo dijese, pero yo le conté, que el apodo era porque, mientras él viviese, aunque yo ya hubiese abandonado este mundo, no habría muerto, porque él era mi vida. Por supuesto que aquello iba con segundas, pero él no supo a qué me refería, ya que no sabía lo de mi enfermedad.

Pasado un rato, su respiración se hizo más lenta y pesada, indicando que se había dormido. Le pegué más a mi cuerpo, y hundí mi rostro en su cuello, aspirando su dulce aroma.

Me queda poco tiempo...

Desde hace un tiempo los síntomas ya empezaron a aparecer, tenía mareos y fiebre entre otros. Intentaba contrarrestarlos con fármacos, pero aunque consigo dejar a un lado los síntomas, el problema principal seguía dentro de mí, empeorando cada vez más, algún día el cáncer se hará tan presente, que colapsaré y él se dará cuenta. Mi corazón se encogía ante esos pensamientos, yo quería estar siempre a su lado... envejecer juntos...

Sin darme cuenta, aumenté la fuerza de mi abrazo, despertando a Haru.

—Darien... —murmuró con voz cansada. Se dio la vuelta, quedando de cara a mí.

—Lo siento, te he despertado. —Sonreí acariciando su espalda.

—Mmm... —Hizo un ruido, demasiado adormilado como para hablar, y se pegó a mi cuerpo, escondiendo su rostro en mi pecho.

—Venga, sigue durmiendo —le dije pasando mis dedos por su cabello, sabía que eso le gustaba. No tardó mucho en volver a quedarse completamente dormido. Besé su frente, pensando en mi salud.

Lo siento, Haru, sé que por mi culpa sufrirás. El día que me vaya, sufrirás, lo sé, pero no quiero decírtelo hasta que llegue el momento, queriendo que vivas feliz junto a mí hasta que yo no esté.

Se me ocurrió una idea. Me separé con cuidado de él, me levanté y busqué entre las cosas de mi habitación un folio y un lápiz. Cogí una carpeta cualquiera y me senté de nuevo sobre la cama, apoyando mi espalda en el cabezal, poniéndome a escribir una carta. Necesitaba escribirle aquella carta, escribir todo lo que me callo, y dejarle mi último deseo y mi posesión más preciada, sabiendo que si no lo escribía ahora, no sabría cuando volvería a tener la oportunidad. Lloré, pero gasté cuidado de no manchar el papel con mis lágrimas. Miré su rostro dormido, alargué mi mano, y aparté con suavidad un mechón castaño que caía sobre su frente.

Lo siento, mi vida, pero no podré cumplir mi promesa, al menos no físicamente... —pensé, con la esperanza de que al menos hubiese algo más allá de la muerte que me permitiese cuidarlo.

Guardé la carta en un sobre, y la puse en un lugar donde no pudiese encontrarla, se la daría a mi padre más tarde, explicándole el momento en el que debía dársela.

Me volví a tumbar a su lado, acaricié su lunar, y le rodeé con mis brazos, deseando en vano el que siempre pudiésemos estar juntos...

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