Tomas

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Entró a la oficina a las 8:00am como todos los días. Erica llevaba puestos unos tacones sencillos, medias largas, una falda que le llegaba encima de la rodilla y una blusa abrochada al frente, básicamente el mismo tipo de ropa que se ponía todos los días para ir a trabajar, pero hoy había algo diferente, hoy ella se sentía diferente y sabía que algo tenía que ver su nuevo amigo "Tom" y no era precisamente el de su trabajo... Caminó firme y segura hasta su escritorio y allí se sentó, a teclear aburridamente como todos los días. Su jefe llamó media hora más tarde para avisar que no llegaría, así que le restaba un día bastante aburrido en la oficina. Estaba tan absorta en su trabajo que no notó cuando abrieron la puerta y no fue hasta que lo tuvo en frente que notó que su compañero Tomás estaba frente a ella. Erica se ruborizó un poco al recordar todas sus fantasías de la noche anterior, pero luego se recordó que esto nadie salvo ella lo sabía.


-Hoy te ves diferente-dijo él.


-Hoy me siento diferente- respondió ella.


-Como se supone que los compañeros se acerquen a ti si eres tan fría y seca con todos?-Preguntó él.


-Quien dijo que los quiero cerca?- Contraatacó ella, levantándose de la silla y caminando hacia el baño de mujeres, su escondite de siempre. Entró y se apoyó en el lavabo abriendo el grifo y dejando correr el agua por si se escuchaba fuera, rogando a todos los santos que cuando saliera su engreído compañero se hubiese ido. Al tener la llave abierta no notó cuando entraron al baño y solo vio a su acompañante a través del espejo, parado a su espalda, mirándola fijamente y sonriendo de lado. Su cara pasmada lo decía todo y el brillo en la mirada de él prometía mucho más.


Se acercó bastante, sin tocarla, pero aun así lo sentía cerca, muy cerca. Se preguntaba que se sentiría si la tocaba y hasta se atrevió a fantasear con ello. Tomás le puso las manos sobre las suyas y comenzó a acariciarla lentamente. La tomó de la mano y la volteó, separándose lo necesario para solo rozarla, mirándola fijamente a los ojos comenzó a cercarse, dándole la oportunidad de alejarse o de protestar. Erica se quedó paralizada en donde estaba, así que él lo tomó como una invitación y la besó, lentamente, pausadamente, le colocó las manos en la cintura y le tomó la boca, haciéndole el amor a besos tiernos. Ella no hizo más que derretirse y colocarle las manos al cuello para no caerse. Tomás la acercó a él y cambió el beso a fiero y apasionado, mordiéndole los labios, provocándole a ella un gemido de satisfacción, lo cual él aprovechó para invadirle la boca con su lengua. Le tomó la boca de todas las formas posibles y se apretaba contra ella, mostrándole el efecto que tenía en su cuerpo. Subió las manos lentamente y le acarició los pechos masajeándolos a ambos y aprovechando para acomodarse entre medio de sus piernas. Se separaron faltos de aire, respirando entre cortadamente y Erica estiró su cuello hacia atrás, lo que él aprovechó para lamerle todo el cuello, dándole una que otra mordida. Bajó sus manos hacia las nalgas de ella, apretándolas y pegándola hacia su entrepierna. Ella jugaba con sus hombros y su espalda, el siguió bajando hasta la parte baja de su falda y comenzó a subirla poco a poco, sin dejar de besarle el cuello, torturándola de placer lentamente, cuando subió lo necesario la falda comenzó a deslizar su tanga hacia abajo, tocando y sintiendo, volviéndola a agarrar por las nalgas y pegándose más comenzó a besarla nuevamente, con urgencia, con deseo y deslizó sus manos hasta la humedad de ella, rozándole los pliegues suavemente, todo lo contrario que hacía con su boca. Así sin pensarlo le rozó el clítoris y Erica sintió que se doblaba con ese simple roce, Tomás solo sonrió de lado como la vuelve a ella loca y siguió con su exploración interna. Ella sentía que se iba a caer, así que se apretaba más a él y el aprovechaba a explorar más abajo, subiendo nuevamente, haciendo círculos y pellizcando de vez en cuando. Cuando las piernas comenzaron a fallarle el aprovechó y la sentó encima de los lavabos, aprovechando la posición para penetrarla con un dedo, a lo que ella gritó de sorpresa y él lo tomó como una invitación a más, así que mientras jugaba con su clítoris con una mano, con la otra la penetraba lentamente con un dedo. Erica se recostó hacia atrás, sintiendo, disfrutando, gimiendo y el aprovechó a introducir otro dedo siguiendo el ritmo antes marcado. Ella comenzó a moverse buscando más fricción, buscando más y el aumentó el ritmo, dándole lo que ella pedía, penetrándola, llenándola e introduciendo otro dedo a lo que ella soltó otro gemido. El siguió jugando con su clítoris y penetrándola con los dedos, viendo el camino que hacía hacia un inevitable orgasmo. Erica comenzó a convulsionar, a jadear, a gritar y el más se movía, más la llenaba, más le daba, así llegó el orgasmo. Ella sentada encima de los lavabos, jadeando, sudorosa, gimiendo, gritando y él llenándola con sus manos. Cuando la ola de placer acabó, él se retiró lentamente, dejándola vacía. Se llevó la mano a los sabios y sacó la lengua, probando su sabor, lamiéndose los dedos y sonriendo de lado le dijo: Sabía que no eras inmune... Caminó hacia la puerta y allí la dejó, aturdida, jadeando y procesando lo sucedido.

TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora