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Hay tres cosas que me enfadan al despertar. Que me despierten con gritos, despertarme mojada o habiendo manchado la cama de regla y la que más odio. Despertarme al lado de Montparnasse. El tío tiene un radar para cuando me emborracho, venir a buscarme y meterme en su cama. Estoy enganchada en su brazo, me tiene abrazada del abdomen contra él, enredando sus piernas con las mías y rozando su "Mini-Parnasse" contra una de mis nalgas. Hay que ver lo contento que se te pone por las mañanas. Consigo tirar de su mano y escapar, para luego levántame de la cama y buscar mis botas. No quiero ni ver que pintas llevo, con mi resaca tengo bastante. Agarro las botas con la mano y le miro por última vez antes de salir. Él tampoco se quitó la ropa anoche.
Los días que tengo resaca siento que la calle hace más ruido que nunca. Entre el ruido de la multitud y la luz del sol que me da en plena cara siento que me va a estallar la cabeza. Me meto en el parque aprovechando a que es demasiado pronto para que haya niños y me siento en uno de los columpios a fumarme un cigarro. Intento recordar que ocurrió anoche. Grantaire y yo empezamos con una tabla de chupitos y creo que terminé la noche con tres cubatas encima. Él tiene mucho más aguante que yo, y siempre esta ahí cuando necesito emborracharme. Sin duda es un buen tío, es mi compañero de piso, si se puede llamar piso a donde vivimos. Está pasando por lo mismo que yo; enamorado de alguien que jamás le va a corresponder. Grantaire siempre sonríe aún así y hace bromas sobre el tema. Yo no entiendo cómo puede, a mí me cuesta hasta sonreír delante de Marius.
Bajo la mirada a lo poco que me queda de cigarro y le doy un golpecito con la uña para tirar la ceniza. Llevo las medias destrozadas, más rotas de lo que deberían estar, casi a juego con las botas. Me levanto y estiro de los pantalones cortos hacia abajo y me arreglo un poco la camiseta. Sin duda, el negro es mi color.

-'Ponine.-La melódica voz de Musichetta me llama por detrás.

Me giro hacia ella con mi mejor sonrisa, no quiero me sarmonée cómo de costumbre, la verdad es que se preocupa mucho por mí.

-Hola, Musichetta. ¿Dónde vas?-Pregunto acercándome a ella, con suerte podemos ir juntas.

-A casa de Joly ¿Vienes?

-No, no, no. Voy a casa, R estará preocupado por mi.

R estará durmiendo la mona. No tengo muchas ganas de volver a encerrarme en esas cuatro paredes a las que llamamos hogar, pero tampoco tengo ganas de estar sola. No ahora.

-Oh, claro. Grantaire. ¿Y Montparnasse?-Y tenía que preguntar por él. Me mira sonriendo, esperando una respuesta que no sé si quiero darle.

-Ah... Durmiendo, supongo.

-Éponine, sabes que no te estoy preguntando eso.

-Chicas.-Levanto la mirada para ver quien nos llama, es Cosette.

Genial, no tengo verdadero humor para tratar con Cosette. De pequeña no me porté muy bien con ella y ahora parece que no lo ha olvidado. No la culpo, si fuese yo tampoco lo habría hecho. Doy un paso hacia atrás y busco una excusa para escapar, pero mi mente se va a mirar a Cosette de arriba a abajo. Es guapa, y tiene mucho estilo vistiendo, no cómo el mío pero lo tiene. Lleva un abanico rosa en las manos. Apostaría mis botas a que está hecho por Feuilly.

-Éponine, acabo de ver a tu hermana en el mercadillo.

-¿A Azelma?-frunzo un poco el ceño, más por confusión que por otra cosa.

-Sí, estaba con Feuilly.

¿Qué narices quiere Azelma de Feuilly? No tiene dinero para gastarlo en nada que el zanahorio pueda ofrecerla.

-Bueno chicas-Musichetta me toca el hombro con la mano, haciendo que salga de mi diálogo interno.-Tengo que irme, os veo luego.

"¡Espera! ¡No me dejes aquí con ella!" No puedo gritarle eso, pero es lo que quiero. Miro a Musichetta marchar con esa cabeza llena de rizos y vuelvo a suspirar. ¿Cómo me escapo ahora de esta?

-Éponine. ¿Crees que podríamos hablar un momento?

-Claro. ¿Por qué no nos sentamos en la terraza del Musain?-al menos, desde allí puedo tirarme. 

Caminamos en silencio hasta el Musain y pedimos un café para sentarnos en una de las mesas. Matelote no tarda en traernos el pedido y nos sonríe a las dos, creo que sabe de sobra la tensión que hay entre nosotras desde siempre. Y en realidad, tengo mucho miedo de que me regañe por estar enamorada de su novio o algo por el estilo.

-¿Quieres algo más?

-Por favor, Cosette, sin rodeos.-Ya estoy bastante nerviosa como para que encima no vaya al grano.

-Om, bueno...-bebe de su café con leche y luego me sonríe de nuevo.-Quería decirte que no te guardo ningún rencor.

¿De verdad me acaba de decir eso? ¿Cómo no puede odiarme? Yo la trataba mal, yo estoy enamorada de su novio. No puede decirme algo así y quedarse tan bien. A lo mejor es una venganza, esta maquinando algo horrible y cuando menos me lo espere me clavará un tenedor en el ojo o algo así.
O tal vez sólo sea mejor persona que yo.

-... ¿Me has escuchado, Éponine?

-... ¿Por qué? ¿Por qué ahora?

-Porque siempre tienes cara de culpabilidad. No sé como explicarlo, pero sentía que debía decírtelo. No es cómo que quisiese que de golpe porrazo fuésemos amigas, pero eres amiga de mi novio y no quiero llevarme mal contigo. Creo que has cambiado, y que te arrepientes de lo que pasó.

Se me monta un dolor en la garganta, y es que quiero llorar, pero no soy capaz de hacerlo delante de Cosette. Me siento fatal físicamente, aún me dura la resaca y creo que me voy a desmayar o algo así. Me levanto intentando mantener todo mi equilibrio, haciendo un gesto a Cosette para que ella no se mueva.

-... Gracias, disculpa, tengo que irme.

He bajado muchas veces las escaleras del Musain borracha, pero creo que esta vez es la que más me ha costado de todas. Juraría que Cosette ha dicho mi nombre un par de veces, pero no la he escuchado. Sólo he salido de allí todo lo rápido que he podido, y he acabado vomitando junto a los contenedores de basura del callejón. La boca me sabe fatal. Me echo hacia atrás, hasta toparme con una pared y me dejo caer suavemente al suelo y abrazo mis piernas escondiendo la cara entre ellas. Por un segundo me preocupo del rímel. Será por veces que se me ha corrido el rímel llorando... No puedo más. Los errores del pasado aún me persiguen, el amor de mi vida está con ellos. Y me siento tan sola siempre... Esa horrible sensación de sentirse sola aún estando rodeada de gente. Da igual lo que haga, esos monstruos me persiguen allá dónde voy, no me dejan ser feliz. Doy un largo suspiro y me incorporo apoyándome en la pared. No quiero saber ni qué pintas tengo, lo único que quiero es volver rápido a casa y acostarme para que Grantaire no me pregunte por nada. Por suerte sé que Azelma no está, lo último que quiero es preocuparla. Creo que tiene algún tipo de problema, pero no me lo ha contado. Si sólo fuese una hermana un poco mejor... Tal vez debería ir a buscarla en lugar de irme directamente a casa, que me hable de lo que la ocurre e intentar ayudarla, así me despejaré un poco de mis problemas y podré estar a su lado cuando me necesite. Pero antes me paro en un portal cualquiera, para mirarme en un gran espejo que hay dentro. Se me nota mucho que he llorado y no puedo presentarme así delante de ella. Saco un carboncillo de ojos y me los pinto un poco para que no se note, siempre puedo echarle la culpa a la resaca de mis pintas de vagabunda.

A estas horas Azelma estará en el local ayudando con sus casos, está muy implicada en la causa. En parte me gusta eso de ella, pero a la vez me da miedo que se meta en problemas porque no puede evitar darlo todo por ayudar. No quiero que le ocurra lo mismo que a Jehan, que de tanto trabajo empezó a olvidarse de cuidar de sí mismo, o eso dice él, y acabó con una anorexia de la que aún está saliendo. Camino a paso firme hasta allí y abro la puerta sin ni si quiera mirar desde fuera al interior. Por alguna razón Azelma esta llorando en los brazos de Courfeyrac. ¿Habré llegado demasiado tarde?

-¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien, Azelma?

Night in Paris.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora