Esos ojos como el mar... Esos ojos chocolates.

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SEBASTIAN


Sentí una sacudida en mi pecho.

No había soñado con mi morena, ya es lunes y debo ir a la universidad, esperar a mis padres...

Abrí los ojos porque la luz proveniente de la ventana me empezó a fastidiar, no escuche el despertador, ya debe ser tarde.

Delante de mí había una hermosa cabellera rizada color chocolate con reflejos rojizos que reposaban en una almohada y en parte de mi brazo, yo rodeaba a la dueña de esa cabellera, apretaba a mi cuerpo, sentí una oleada de calor recorreré mi cuerpo, ella giro de manera rápida su cuerpo dejándome ver su rostro, una nariz pequeña, sus labios también, con un toque de rosa en ellos, su cara era hermosa de piel morena como la canela... Roxana.

Y con ese nombre, recordé que no volvería a la universidad, que no esperaría a mis padres y que no importaba si el despertador no sonaba.

Ya nada de eso importaba.

Roxana se removía incomoda bajo mis brazos, supongo que mi mirada la estaba despertando.

- iiiiNOOOOOOOO!!!!- Grito de repente, se sentó en la cama y cubrió su cara con sus manos.

- ¿Que pasa Roxana?, ¿qué sucede?- me senté junto a ella.

Quite sus manos para poder ver esos ojos chocolates, estaban brillosos conteniendo unas lágrimas que amenazaban con correr por sus mejillas.

-Él ha vuelto, tenemos que irnos-

Salió de la cama, su bata se arrastraba por el suelo, llego a su armario y saco unas cuantas cosas, dejo caer la bata al suelo dejando ver un pequeño vestido que le llegaba al inicio de sus redondas nalgas.

Sentí mi cara caliente, y pase mi mirada a la ventana.

Era de mañana.

-Sebastian ve al tocador y agarra los pasaportes- dijo ella sacándome de mis pensamientos.

Como maquina obedecí me acerque al tocador donde ayer la había visto casi desnuda, y vi dos pequeños libritos uno rojo y uno azul, abrí el azul y era el mío.

-¿Cuándo fuiste por el?-pregunte incrédulo.

-Anoche mande por tus cosas, ellos se encargaron de hacerte una maleta con ropa suficiente y trajeron tu pasaporte-dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Ya había salido de mi confusión al despertar, eleve la mirada hacia el espejo y allí estaba ella viéndome a medio vestir, con un sostén negro con adornos rosas, mirándome con esos ojos que expresaban tantas cosas al mismo tiempo que no podía identificar nada.

-No me mires- ordeno y baje la mirada...

-Pero tú me estabas viendo antes- contraataque.

- porque estas en boxers.- dijo simplemente.

Pasaron 2 minutos.

-Que haces ahí parado, iiiiANDA A VESTIRTE!!!!- dijo señalando la puerta. Me encamine hacia la puerta antes de salir la volví a ver, tenía una camisa pegada al cuerpo blanca encima una chaqueta de cuero y unos pantalones negros, se estaba cerrando la bota de tacón alto corrido (creo que se llaman así).

-Te vez hermosa- dije cerrando la puerta.

Al pasar hacia mi habitación todo estaba ordenado y mi ropa estaba encima de la cama, doblada y limpia, me vestí y me dirigí al baño, cepille mis dientes y trate de arreglar algo mi cabello, tenía una barbar de dos días, pase mi mano por ella, parecía viejo, pero eso no importa.

Ciego idólatra (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora