SEBASTIAN.
-No aparece gran información- dice Roxana con el ceño fruncido.
- Y si lo buscamos por internet- propongo, ella me mira y se encoge de hombros.
-Ok. En la gaveta izquierda del estante esta un laptop, tenemos internet así que, adelante.-
Voy a donde me dice y hay una laptop como ella dijo, la agarro y debajo de esta hay un gran libro de tapa roja con bordes dorados lo dejo donde está, llama mi atención pero mejor lo dejo ahí.
-¿Que sería bueno buscar primero?- pregunto esperando instrucciones.
Ella levanta su mirada hacia mí, por unos instantes siento que su mirada me atraviesa o que no me ha oído.
-Busca... Las brujas de Salem o Las hijas de Lamashtu a ver que sale- dijo y volvió su mirada al libro.
-Como mande mi generala- dije para hacerla reír, y funciono
-Tonto- dice entre risas.
Comencé con mi tarea y encontré historias, cuentos, pero nada sobre las hijas de Lamashtu pero si encontré algo sobre las brujas de Salem.
-Roxana, encontré algo ¿te lo leo?- pregunto ella me vuelve a mirar y asiente- Ok, Las Brujas de Salem
Los extraños gestos y posturas que a finales del siglo XVII atormentaban a las niñas Elizabeth y Abigail figuran en las crónicas de la siguiente manera: "Eran mordidas y pellizcadas por seres invisibles...
A veces se quedaban mudas, con las bocas paralizadas, los miembros destruidos y atormentados, y conmovían hasta a un espectador de piedra". También se utilizó en el juicio un argumento capaz de perjudicar a cualquiera: que el diablo usaba a los malos para dañar a los buenos, y para defender a sus agentes creaba espectros de ellos, de modo que mientras los malos atacaban, se veían sus imágenes en otras partes efectuando labores inocentes.
A finales de 1962, la casa parroquial de Salem, en la bahía de Massachusetts, Nueva Inglaterra, era un lugar apacible, ajeno a los sucesos de mortales consecuencias que se desarrollarían en él. Además de sus obligaciones en la cocina, Tituba -una esclava originaria de las Antillas- tenía la tarea de entretener a dos niñas muy inquietas: Elizabeth Paris, la hija del ministro, y a la primera de esta, Abigail, de 9 y 11 años, respectivamente.
Tituba inventaba todo tipo de distracciones para ellas, entre las que figuraban trucos sencillos e historias de miedo; por otra parte, la esclava sabia leer la fortuna en las claras de huevo. Sin embargo, ninguno de estos pasatiempos eran bien vistos por los puritanos de aquel tiempo; para ellos eran cosas del diablo. Pero las niñas y sus amiguitos los disfrutaban sin considerarlos malignos.
Poco a poco, la conducta de Elizabeth y Abigail comenzó a cambiar. Según las crónicas de la época, la primera rompía a llorar sin motivo, en tanto la otra corría en cuatro patas y ladraba como perro. Otras adolescentes también se comportaron de forma extraña. Por ejemplo, Ann Putman, de 12 años, dijo que peleó con una bruja que la quería decapitar. Por su parte el médico de la ciudad, al no encontrar ningún problema físico en las adolescentes, atribuyó el comportamiento de las chicas a la influencia del demonio. El reverendo Parris comenzó las pesquisas y se entero de cierto pastel de brujas elaborado por el marido de Tituba, que, según se cuenta, incluía entre sus ingredientes harina de centeno y orina de niño.
Eso fue lo suficiente para el escándalo. Las niñas se asustaron tanto que al ser interrogadas señalaron a Tituba, a Sarah Good - una mujer indigente que tenia el habito de fumar pipa y que quizá era deficiente mental- y a Sarah Osborne, una invalida que vivía con un hombre si haberse casado.
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Ciego idólatra (pausada)
SpirituellesEstando aqui, en las puertas del infierno, se que las cosas que creí correctas no lo están. Si yo fuera un chico normal pediría perdón por cada idiotes que cometí, no pasaría gran cosa solo seria otro error mas. Pero no lo soy... quisiera serlo per...