I el surgimiento

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Hace más de 35000 años, unas tierras eran sólo playas desoladas, donde especies mágicas vivían allí. Un barco llegó, y con él, un ejército llegó. El ejercicio de Garender. Una tierra que había caído en desolación y destrucción. Los Garendianos conquistaron esas tierras y su primer gobernante fue su conquistador: El Rey Leonardo Peñalver. El último descendiente de su familia.
Y así se decreto, que el último descendiente del rey o como los llaman las razas mágicas, los Peinking, fuera el legítimo heredero al trono. A esas tierras las llamaron como a sus tierras de origen: Garender.
Las razas mágicas sabían que los Garendianos tenían magia en sus venas, Los Peinking, las Peyqueen, las Hiupriss y los Hiuprinss; todos ellos tenían algo en su interior. Algo igual de poderoso que los Oringer, las razas mágicas. Con el tiempo las razas mágicas vieron que tenían razón. Ellos eran muy fuertes, la naturaleza los obedecía, muy rápidos y hábiles con las mentes. Victoriosos en la batalla, nunca perdían ninguna. Tenían habilidades increíbles. Pero sus reinados eran crueles y sanguinarios.
A los súbditos los trataban como animales y esclavos... nadie se merecía un trato igual de cruel que ellos.
Fueron pasando las generaciones y todas igual a la anterior, hasta que llegó el reinado del Rey Henry Peñalver. Un tirano que solo pensaba en sus propios beneficios e intereses. Era un hombre horrible y peor que sus antecesores. El reino entero le temía más que a nadie, pues era un hombre que hacía lo que quería y cuando lo quería. Un hombre que no era del todo amable y era muy indulgente. No tenía compasión por nadie que no fuera el mismo. Era egoísta y para colmo, era muy guapo, pero era una belleza marchita.
El rey era alto de piel no muy pálida, cabello castaño, antes de sus Cambio color cobrizo, ojos verdes que te miraban como una pantera mira a su presa, pómulos altos y nariz respingada. Cara fina y un poco larga e inicios de barba color castaña.
Un día, mientras el rey cabalgaba en el bosque de Garender para cazar, se encontró a una noble y bella doncella de hermoso cabello color azabache y ojos oscuros bajo la luz del sol, piel extremadamente blanca y una belleza sin igual. Llevaba un hermosa saya roja y unos zapatos que a distancia se veían incómodos. En la cabeza llevaba una corona de flores y ella daba de comer a los pájaros que pasaba.
El rey, llevado por el encanto de la criatura, desmontó su caballo y se acercó a ella.

__¿Qué hace una bella doncella como usted en estos bosques desérticos que no tienen más que animales salvajes y hombres cazando?__ le pregunto el rey a la doncella. Ella, sin en cambio no le contesto. Siguió observando cómo los pájaros comían, mientras otros se alejaban por la prevención del rey.

__¿No piensa contestar a mi pregunta?__ intento de nuevo el rey con un tono de voz digna y fuerte, pero ella se negaba a hablar con él__ Sabe a caso ¿quién soy yo?

__Desgraciadamente lo sé, __hablo por fin la doncella después de varios minutos de silencio__ usted es el rey de Garender. Henry Peñalver.
Dicho esto, el rey se sintió... extraño, pues en la forma que la doncella lo había dicho fue de una manera repulsiva que el rey se había sentido un poco incómodo y extraño consigo mismo.
La doncella se levantó sin disimular su disgusto y su incomodidad y empezó a caminar, adentrándose más al bosque.
Él monarca se quedó pasmado por unos segundos y después fue tras ella.

__Bella doncella, ¿me honraría con su presencia un minuto más?
Ella continuo su caminar y sin decir ni dirigir una sola palabra al rey. El monarca, harto de que la bella dama lo ignorará, sacó su espada y la apunto hacía la espalda de ella. Ella se paró sin decir nada al rey y él vio que ella se ponía rígida y lo observó por encima del hombro.

__¿Qué es lo que quiere?__ le contesto muy golpeado la bella dama. El monarca sonrió, una sonrisa escalofriante y triunfal.
A ella le entraron escalofríos al ver esa sonrisa, una sonrisa fría y malvada. La pantera a acorralado a su presa.

__Quiero saber su nombre__ el monarca fue acercándose sin perder de vista los ojos oscuros de aquella dulce mujer y ella tampoco apartaba los ojos de los de él. Muy cuidadoso de que la espada no le hiciera daño a la muchacha. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella, le quito la espada y la guardo.
Ella pensó en marcharse, correr y no voltear atrás, pero ella sabía quién era y que hacía, así que se obligó a ella misma a contestar.

__Cordelia. Cordelia Heily.
Dicho esto, la dama se plantio, de nuevo, echar a correr. Ya le había dado su nombre ¿qué más quería? Apartó la mirada y la puso en frente, cuando empezó a caminar, el monarca la detuvo agarrando su mano. En eso, ella sintió un escalofrío brutal, algo en su interior estaba cambiando. Una parte de ella le decía que echará a correr, lo mas rápido que ella halla corrido nunca, pero otra parte de ella, la más estúpida y que ella seguía más a menudo, le decía que se quedará, que siguiera viendo a aquel horrible y despreciable hombre.
Cuando sus ojos se encontraron por segunda vez, él se sintió diferente, diferente en todos los aspectos. Quería a esa mujer y la quería a su lado, gobernando Garender, la quería sólo para él y sabía que eso era egoísmo, pero no le importó.
Días después, ella se convirtió en su esposa y meses después, nació su primera hija, a quien pusieron por nombre Diana Moncerrat, primera descendiente del rey. El rey, al ver a su esposa y a su primera hija, decidió cambiar, por ellas y por su pueblo.
El reino de Garender era armonioso y con su rey, ahora cambiado, eran felices.
Paso el tiempo y nacieron las gemelas Darla Sudel y Karen Georgia, despues Susey Fatib y finalmente, decretado por los dioses, Alberto Henry Peñalver, el último descendiente del rey y futuro gobernante de aquel reino...

El Último DescendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora