Realidades

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Cuando el exagerado achuchón plural expiró, la gran mayoría aún liberaba densos llantos de desconsuelo, entonando entre los reducidos personajes un coro travestido de tristeza y grises augurios de anhelo personal. Tsukishima se negaba a soltar a su amigo; y aunque superficialmente mostrase desinterés por todo aquello, el mero hecho de expresarse circunspecto en demasía delataba que realmente sufría por tal noticia, que efectivamente se sentía culpable por todo aquello, porque quizás y solo quizás, su falta de afecto conjuntado a la trifulca Tadashi-familiar había detonado una respuesta más que rumiada en el raciocinio del pecoso.

Kei sintió cómo el peliverde le estrechaba con reiterada fuerza bruta, al igual que él mismo contra su cuerpo, que sentía temblar. De reojo, observó cómo Takeda-sensei era penosamente animado por un difuso Ukai, a su vez incapaz de estructurar alguna frase de efectivo consuelo. Escenas parecidas se ofrecían a su  reservado escrutinio; El rey y su alocada reina, las mánagers, los capitanes... Todos y cada uno de ellos parecían rendirse ante las circunstancias, mientras que él, antisocial inmiscible entre masas, concienciaba una pétrea expresión neutra.

Normalmente se hubiese retractado de aquella muestra de afecto tan impropia de su persona, inclusive quizás habría apartado a Tadashi de sí al sentirle pegajoso en exceso; mas, ¿qué razón libraba él para no deshacer el contacto en aquel determinado escenario? ¿Por qué sentía que su coraza se hendiría hasta las vísceras si su amigo de la infancia lo liberaba en aquel momento tan crucial? ¿Cómo, se preguntaba, cómo era capaz de retornar al mortífero laberinto de las emociones?

- Tadashi... - hincó, paseando sus callosas manos por la superficie cabelluda del mencionado, al que regaló una hermosa y delicada representación de su nombre, tan pura como la nieve virgen - Vayas donde vayas, hagas lo que hagas... Sé feliz; es una orden.

Su tono de voz era tan anodino, tan rasposo y a ras de suelo que no llegó a producir ni una sola palabra de las que Kei había mentalizado, irrumpiendo como sustituto un ronco y languidente gemido.

Sin pensarlo previamente, Tsukishima coronó la frente del actual protagonista con un quedo roce de labios, como un silencioso pacto de reencuentro que supo no haber hecho llegar al destinatario,conjuntamente descompuesto entre saladas corrientes y corruptos hipidos. El rubio agradeció en silencio no haber sido descubierto, así como la presencia de aquel muchacho en su vida, que tarde o temprano echaría en falta, decayendo en una nebulosa de agonía y soledad que hasta ese momento desconocía.
Porque dentro, muy dentro de sí su alma estaba llorando, aunque ni corazón ni cerebro se cerciorasen de ello, cerniéndose en banda a un orgullo colosal e impetuoso.

El bloqueador no supo en qué momento perdió el calor de Yamaguchi, tampoco dio cuenta de su actual partida entre las entramadas callejuelas por las que siempre hubieron compartido agradables sentimientos, e insuperables recuerdos. No supo la razón, pero tras la partida de aquel pequeño cuervo desterrado sintió por primera vez la verdadera añoranza psicológica y física, el anhelo del calor ablandando su muralla de acero; la comprensión y compañía por muy seviciosa que fuese su manera de tratarle.

Pero no, Tsukishima Kei se negaba a arrepentirse de nada, cada cosa que hiciese, desgranase en error o acierto era para él un orgullo más, su crecida de honor frente a lo que otros acostumbran a amedrentarse y resguardarse al nido de sus propias mentiras. El "megane" asumiría aquel enorme cambio en su vida con aparente normalidad,evitaría distraerse y se olvidaría de aquel pecoso para siempre; porque las personas van y vienen con el tiempo y nunca hay que aferrarse a ninguna, jamás hay que abrir las puertas del corazón a almas inseguras y confusas.

Desde aquello su actitud se acrecentó mucho más gélida y distraída, abandonada sin retorno a la negrura infinita que sus ojos reflejaban; espejos quebrados por la corrosión del tiempo y las consecuencias de hacerse creer piadosas mentiras que creía reales, por convivir en la fantasía de una fobia humana retraída hasta el núcleo del pecho.

Adolescencia y demás infiernos [TsukiYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora