Remiendos

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- Me fui después de que mi madre me diera esa noticia... Se había ido a un lugar que aún hoy desconozco, con un hombre que tampoco conocí. No sé qué puede haber sido de ella, y tampoco tengo medios para buscarla... - se detuvo un momento para saborear el silencio - Entonces me mudé aquí, lejos de todo y de todos, asustado, confundido; acompañado de un extraño que decía ser mi padre... Un espectro del pasado sin perfil a mi parecer. Él me ha dado un hogar, como todo buen padre debe hacer, pero aún hoy siento como si, en realidad, solo viviese de alquilado. Muchas veces se va, y hasta demasiado tarde no vuelve, aunque tampoco es que pueda quejarme... Pero lo cierto es que ansío saber de él, conocer su forma de pensar y de hacer las cosas, a ver si en sus maneras encuentro similitudes con las mías, si en su cuerpo, si en su voz...

Tanaka hizo un ademán para comentar algo, pero se contuvo.

- El caso - prosiguió el buitre - es que no sabía dónde me había metido. Llegué a Nekoma sin darme cuenta, y cuando menos me lo esperaba, me atraparon. Ellos quisieron que me uniese a su equipo desde un principio, cosa que yo rechacé más por odio sin fundamentos que por honor a Karasuno... Entonces fue cuando, a causa de la mi tendencia antisocial, conocí a los Apodados; me sorprendieron, por no expresarlo de otra manera, de una forma algo desagradable...

Un paréntesis hendió el aire y Tadashi, sereno, cerró los ojos para mostrar su cicatriz. Esperando a que los murmullos se apaciguaran, resopló.

- Me ofrecieron todo lo que yo quería en ese momento; protección y diversión, además de el poder olvidarme de los problemas que me atosigaban. Me hice adicto a la marihuana, y no niego que aún lo sea - algunos muchachos esbozaron una mueca incómoda, reprensiva - Lo sé. Y, de hecho, lo sabía, sabía dónde me estaba metiendo... Pero imaginad por un momento que sufrís lo que yo; un desastre familiar y una mudanza incómoda... Y, al final de todo ello, una solución fácil.

Se forzó a sí mismo a censurar sus crónicas, pues cierto desastre amoroso y otros demonios prefería mantenerlos consigo. Ya bastante estaba montando.

Más susurros amontonados y, paulatinamente, un vacío.

- Pasaron meses; me negaba a dar respuesta, a combatir, a levantarme y luchar, a ser el yo que antes era; a vivir. Y ello se llevó mucho tiempo de mi vida, muchas emociones al borde del precipicio... No quería saber de nadie, rompí mi móvil en pedazos en un arrebato de furia... Poco a poco fui inmiscuyéndome en el voleibol. Mi apodo, el que mis compañeros me habían puesto al conocerme, comenzó a extenderse gracias a unos cuantos encuentros, desde Fukurodani hasta Aoba Johsai, y ninguno de ellos placentero. Hasta que al fin...

Hinata soltó un chillido de remitida admiración, conociendo lo que se avecinaba.

- Hasta que al fin llegó la noticia de vuestra invitación, de vuestro regreso. Y me volví loco; no podía dormir, no podía pensar con conciencia, estaba asustado y furioso. Uno de mis amigos ideó un plan con Tetsurou a mis espaldas, creyeron que uniendo fuerzas y metas podrían arreglar algo, cosa que no les resultó... Y creo que lo demás ya lo sabéis...

Tsukishima soltó un suspiro y observó cómo el pecoso bajaba la cabeza, repentinamente azorado. Sus palabras habían arado consigo el silencio, el espacio a la reflexión. Se entrelazaban susurros y opiniones, críticas y muecas a bajo tono; los muchachos no cabían en su estupor.

- Entonces - el entrenador, que entre las sombras que la fachada del gimnasio derretía sobre él había escuchado el relato al completo, se manifestó - ¿Tienes claro que quieres quedarte en Nekoma...?

Tadashi levantó la cabeza y miró a Ukai, reprimiéndose; ¿acaso no le había escuchado? Ya no le quedaba nada en Karasuno a parte de recuerdos, no tenía opción.

Adolescencia y demás infiernos [TsukiYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora