Reincidencia

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Tipo: Cuento

Género: Fábula

Año: 2010

Reincidencia

La misma brisa surcaba ambos pueblos; al alejarse crecía; al extenderse sobre la hierba y dispersarse llegaba como pequeños suspiros  a los rostros obreros, marcados y cicatrizados por las arduas luchas vividas antaño.

El pueblo del Sur se extendía desde las cadenas montañosas hasta la costa de un mar embravecido. El pueblo del Norte prosperaba desde  las montañas hacia un horizonte infinito. Ambos pueblos emprendían cada día a un ritmo diferente.

 Los del Este fueron por siglos sus invasores. Los pueblos lucharon largas batallas por lograr su libertad ante el sometimiento. La geografía del Sur les complicó la labor, puesto que los enemigos llegaban por mar. La batalla dura y angustiosa finalizó primero para el pueblo del Norte, lograron desocupar sus tierras de tropas conquistadoras y dedicarse a prosperar como nación. En cambio, en el Sur, los enemigos permanecieron por un tiempo extenso e inmemorable, acabando con los oriundos, llevándose sus cosechas y animales, saqueando las tierras antes tan duramente trabajadas.

El pueblo del Sur no se rindió pese casi tener la guerra perdida, sus sueños de independencia y libertad inundaban su mente, ardían en su corazón, los obligaban a despertar cada día y mantener firme su espíritu. Esa convicción y resistencia perseverante logró por fin que los conquistadores dimitan de su incautación.

Los sureños celebraron su victoria el último día de batalla; bebieron, bailaron, gastaron hasta el último comestible sobrante por los invasores.

Aún ebrio se levantó un ex esclavo. Miró a su alrededor; todos: hombres, mujeres y niños, se encontraban fuera de sus casas, durmiendo con beneplácito en las calles. Eran libres, libres de hacer lo que por siglos les habían privado. Respiró el aire fresco, sin saber si era buena idea por el grado de alcohol en su sistema, pero ¿qué más daba? Podía hacer lo que quisiese.

Orgulloso miró a su alrededor una vez más y la ineludible pregunta apareció en su mente para  hendirse en su cerebro: ¿Y ahora qué?

Durante  siglos habían luchado por sueños notables sin preguntarse qué harían una vez que derrotasen a sus sometedores. No tenían semillas, no tenían ganado, menos herramientas o presupuesto para comprarlas. No fue hasta dos días después que el hambre y la escasez les hizo notar el grave problema al que se enfrentaban…

***

—¡Los pueblos del Este deberían abastecernos! Ellos nos dejaron en esta situación. Podemos trabajar duro, pero sin recursos es imposible —protestó a todo pulmón uno de los obreros que había luchado en la adusta guerra.

—Ellos no nos darán nada, nos echarán en cara que no podemos mantenernos sin su sometimiento y que nuestra libertad es una utopía. No podemos ir con ellos y agachar la cabeza, ya lo hicimos demasiado. Si no contamos con los recursos necesarios hay otros lugares de donde obtenerlos. He escuchado de viajeros que el pueblo del Norte es próspero; alimento y dinero no les falta, tanto así que ya ni se preocupan por cultivar el campo, se dedican a explorar otros  placeres de la vida. —Los hizo razonar otro campesino.

— ¿Sugieres que los conquistemos entonces? —preguntó desconcertada su mujer.

—No, no podríamos conquistarlos, someter cuando fuimos sometidos solo enfadaría a los dioses de la justicia. Trabajar para ellos no sería agachar la cabeza, sería un esfuerzo honesto por reunir recursos para nuestro beneficio. Una vez conseguido lo necesario nos dedicaremos exclusivamente a recuperar nuestras tierras, tal cual como nos contaron nuestros abuelos que eran.

Quimérica realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora