Capítulo nueve.
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Estaría mintiendo si dijera que dormí perfectamente bien.
Se supone que después de caer rendido debía seguir durmiendo hasta que amanezca, ¿No es así? Bueno, todo lo contrario, después de dos horas todo el escándalo comenzó; gritos y más gritos. ¿Había mencionado que tenía un vecino alcohólico? Pues sí, aún tengo la mala suerte de tenerlo como vecino.
Al parecer su esposa se había enterado de que la engañaba, y no dudó en ponerse a gritar a tales horas de la noche, diciéndole que era un vago y sinvergüenza de primera; y que se iría a vivir con su madre.
¿Luego de eso? Já, el sonido de botellas estrellándose contra el suelo, seguido de maldiciones y amenazas. Cuando no escuché nada más, le di la vuelta a la almohada y sentí como el lado frío refrescaba mi rostro. Y entonces los gritos volvieron a hacer de mi noche un infierno total, ya no eran amenazas, ni insultos u otras cosas. Ahora eran gemidos, gritos de placer y unos altos y claros; “¡Oh, sí, más, dios, sí!”.
¿Ahora quien se encontraba comiendo cereales a las seis de la mañana? Así es, yo. En cualquier momento terminaría con el rostro dentro del tazón el cual se encontraba lleno de leche y cereal. No podía conciliar el sueño, lo único que hacía cada vez que me acostaba en la cama era dar vueltas y vueltas.
Tenía ganas de dormir, pero cuando me acostaba no lograba quedarme dormido, era realmente frustrante. Miré el reloj de la pequeña cocina y éste marcaba las seis y cuarenta y cuatro. Lo peor era que a las siete tenía que estar en la biblioteca, ni siquiera tenía ganas de ir a trabajar; estaría con una cara de idiota el resto del día, y mi jefe estaría regañándome cada segundo.
De mala gana terminé mi desayuno y me dirigí al baño, abrí la llave de la ducha y al instante el agua fría comenzó a caer. Aproveché en desnudarme y luego dejé que el agua me ayudara a despejar mi mente. ¿Ahora quién les gritaba en el oído a ellos? ¡Nadie! Han de estar durmiendo más que satisfechos.
Al cabo de unos minutos salí del baño con una toalla envuelta en mi cintura, caminé hasta mi pequeña habitación y busqué en los cajones algunos calcetines y bóxers. Saqué una camiseta blanca con el estampado de un gato y unos pantalones de mezclilla junto con un abrigo de lana. Me eché desodorante y perfume; para luego finalmente salir de mi departamento.
Al estar en la calle sentí como el frío viento chocaba contra mi rostro y despeinaba un poco mi cabello, me parecía gracioso. Habían algunos niños y niñas que se encontraban acompañados de sus padres, llevaban sus mochilas en los hombros y sus uniformes puestos. Y los adultos estaban listos para ir a trabajar.
No sé que es peor, que te despierten temprano para ir a la escuela o despertarte tú mismo y con toda la desaprobación del mundo ir a trabajar.
Como sea, debo ser responsable, y no es que nunca lo haya sido; sino que realmente a veces me costaba serlo. Cuando estuve cerca de la biblioteca crucé la autopista para llegar a la acera, pero un auto casi me atropella.
—¡Fíjate, imbécil! —gritó el hombre que conducía, tenía poco cabello y la corbata guinda que llevaba daba la sensación de que lo estaba ahorcando.
—¿¡Fijarme yo?!, ¡Tú estás conduciendo como un loco! —le grité de vuelta, no estaba de humor.
Me ignoró y siguió su camino con una cara de amargado, genial, acababa de gritarle a alguien. Mayormente no suelo hacer eso, pero ahora todo me parecía tan irritante y aburrido que ni yo mismo lograba soportarme. Cuando estuve frente a la antigua pero bonita biblioteca, entré. Rezaba porque mi jefe aún no haya llegado, si me viera me gritaría, y está más que claro. De tanto oír sus regaños ya se me habían grabado.
“¿Porqué vienes tan tarde? ¡Ni que vivieras al otro lado del mundo!” “Si no quieres este empleo sólo dímelo, habrá otra persona que lo valore.”
Y esos no son los únicos, pero recordarlos sólo me pone peor, más insoportable que antes. Detrás del antiguo escritorio se encontraba sentada la señora Nancy, la encargada de dar las tarjetas bibliotecarias. Su cabello blanco les hacía saber a las personas que ya no era tan joven como antes, y los lentes que siempre llevaba puestos a veces le daban mareos; ni hablar de su gusto por los jóvenes, coqueteaba cada que podía con uno. Agradezco el hecho de que me viera como el hijo que nunca pudo tener.
En cuanto me vio me regaló una de sus lindas sonrisas y movió su mano en el aire, aún se podía apreciar el anillo que su difunto esposo le había dado hace muchos años atrás. Le respondí el saludo de inmediato con una pequeña sonrisa, y ahora que lo recuerdo, ella siempre evitaba tocar el tema de su boda a toda costa, pues terminó siendo un desastre; aquél magnífico día se convirtió en un infierno, su esposo murió de un paro cardíaco en el momento exacto en el que ella bajó del auto para ingresar a la iglesia.
Lección del día, no se emocionen mucho ante una ocasión especial.
Me dirigí a la habitación donde guardaban todas las cajas con los libros nuevos que llegaban y agradecí mentalmente al no ver a mi jefe por ningún lado. Cerré la puerta tras de mí y cogí la caja que contenía los libros infantiles, estaba algo pesada. La arrastré hasta el pasillo correspondiente y me propuse a ordenar cada uno en su lugar y a quitar el polvo que se había acumulado en algunos. Una voz aguda se escuchó a mis espaldas, me di la vuelta y noté que era una pequeña niña que me miraba atentamente. Sus mejillas se tiñeron de un color carmesí, y su pie comenzó a balancearse de adelante hacia atrás por puro nerviosismo, al parecer.
Me agaché hasta quedar a su altura y le sonreí, las coletas que llevaba le hacían lucir tierna.
—H-hola.. —murmuró pasando saliva—. ¿Cómo te llamas?
—Um.. Mi nombre es Niall, ¿Y el tuyo? —le pregunté, estaba tan nerviosa que sólo se dedicaba a mirar al suelo y a mover sus manitos una y otra vez.
—Emily. —respondió con la voz entrecortada—. Eres muy bonito.
Solté una carcajada al oír eso, ahora el que tenía las mejillas rojas era yo, que niña más simpática.—Pues, gracias Emily, tú también eres bonita.
Alzó su cabecita de golpe y me miró con los ojos muy abiertos, cubrió su boca con sus manos y luego salió corriendo de ahí, no sin antes soltar una carcajada casi inaudible. Fruncí levemente el entrecejo y me quedé agachado en medio del pasillo algo desconcertado.
Raro.
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¡Hola! Perdón por no haber actualizado antes, sorry :c. ¿Les gusta la nueva portada? Espero que sí, me quedé hasta tarde haciéndola, aire. Una pregunta, ¿Cuáles son sus colores favoritos? Los míos son el blanco, negro, amarillo, rosa y azul. Me gustan todos *emoji riendo* Gracias por leer :) x