A él le encantaba mucho dibujar, en especial si eran dibujos para el chico de la tienda de dulces.
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—H-hola.. —murmuró con vergüenza, cabe mencionar que sus mejillas se habían teñido de un color carmesí ante la presencia ajena—, Esto es para ti..
El castaño sonrió enternecido y cogió con delicadeza el papel que le había entregado, al desdoblar la hoja pudo apreciar un dibujo que logró sonrojarlo.
Una flecha lo señalaba, y al lado de esta decía; Chico de los dulces ♥. Tenía un traje de caballero, (tal y como se caracterizaba en los tiempos medievales), y el propietario de tal dibujo se escondía detrás de su espalda mientras él mantenía su espada en alto; impidiendo que alguno de los monstruos llegaran a lastimarlo.
—¿T-te gusta? —balbuceó con una timidez impresionante, y por puro nerviosismo no lograba mantener su pie quieto.
—Me encanta.. —le respondió con un tono suave y dulce, guardó el dibujo dentro de su billetera y posó su mirada en él, le era realmente imposible no sonreír—. Por cierto, mi nombre es Liam, pequeño artista.
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Detrás de esa contagiosa y hermosa sonrisa se escondía un dolor inexplicable, al igual que detrás de ese gran sweater varias cicatrices se hallaban marcadas en su cuerpo; casi como unos tatuajes.
Él era tan frágil.
Y él era tan fuerte.
Él era tan pequeño.
Y él era tan grande.
Él estaba tan roto..
Y él estaba tan decidido en repararlo..