Capítulo diez.
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El resto del día estuvo normal, algunas personas acudían a mi preguntándome si ya había llegado tal libro, o en algunos casos eran niños los que pedían mi ayuda ya que no lograban alcanzar el libro que querían. Pasé una mano por mi frente y tomé un respiro profundo, había movido cajas y más cajas. Sin mencionar que me caí de la escalera cuando intenté bajar un libro del estante más alto. Ahora tenía un dolor en la pierna. Excelente.
Tenía la garganta seca y necesitaba sentarme en algún lugar, no me estaba sintiendo bien. Lo que me desesperaba era que había comenzado a sudar y a perder el equilibrio. Me dejé caer en el suelo y cerré los ojos, el constante dolor en mi pierna era agobiante.
—¿Estás asustado, Niall?
Oí una voz gruesa y algo distorsionada hacerme una pregunta, apreté los puños y abrí los ojos de golpe. No había nadie.
Mi respiración se volvió pesada segundos después, oía risas, risas aterradoras que me trajeron muchos recuerdos.Cuando era pequeño solía oír voces y ver sombras al pie de mi cama, o incluso a mi lado. Lo que hacía en ese entonces era salir corriendo o cubrirme con las sábanas, pero no haría eso.
Uno; Porque sabía que si me ponía de pie terminaría tendido en el suelo.
Dos; Porque estaba lo suficientemente aterrado como para no moverme de mi lugar.
Tres; Porque a pesar de estar asustado quería pensar que sólo era parte de mi imaginación, no podía volver a oír voces; ya estaba grande.
Pero sin embargo las seguía escuchando, y no me hacía feliz en lo absoluto. Quería llorar como un niño pequeño, y vaya que era ridículo.
—Muchacho, ¿Estás bien? —la voz de la señora Nancy invadió mis oídos, dudé en abrir los ojos, pero de todas formas lo hice.
Era ella, y me sentí aliviado. Su rostro transmitía preocupación, y probablemente el mío transmitía susto y desesperación.
—Estoy bien.. —murmuré, aparté la mirada al sentir como las lágrimas comenzaban a asomarse—. No es nada.
Hubo un corto silencio que en realidad para mí fue eterno, ella buscaba alguna herida en mi rostro y cuerpo; pero no hallaba nada.
—Será mejor que te tomes el día libre, hijo. —inquirió—, no te ves bien, y ya has hecho suficiente por hoy.