Mi vida en un rancho

58 3 2
                                    

Como todos los días, me encuentro aquí, encerrada en el establo. Sólo tengo 25 meses de edad. El mes que viene intentarán montarme y, aunque el padre del dueño del rancho dice que yo estoy hecho para correr por los prados más allá del horizonte, su hijo está empeñado en ponerme una silla de montar. La verdad no quiero, un amigo dice que, una vez que te montan, jamás te dejarán. Él dice que la persona que me monte, será mi amigo por siempre pero la verdad me cuesta creerlo, alguien que trata de quitarme la poca liberta que me queda ¿Será mi amigo?

Como todas las mañanas, Ximena, la hija del dueño, se acerca al establo con un cubo de avena, lo pone frente a mí y comienzo a comer. Ella me acaricia la frente y me hace la misma pregunta que todas las mañanas de los últimos 2 meses.

-¿Te encanta la avena, verdad? -no respondo y ella sonríe, después cambia su tono de voz a uno más agudo -Claro que me gusta, sólo que prefiero comer a responder -cuando acabo, ella se va a su casa.

Regresa unos pocos minutos después, abre la puerta del establo y yo, sin pensarlo, corro hacia el pasto sin parar ni mirar quien está en medio. Es lo mejor que me puede pasar en todo el día... Hasta que llegó a la cerca que me impide salir del rancho. Es ahí cuando veo al dueño montado en mi amigo Buch, me tiran una soga al cuello y me llevan hasta el rancho. Siempre hacen eso, ellos esperan que, algún día, me quedé quieto para que me puedan llevar a donde ellos quieren pero no pueden, siempre corro como si mi vida dependiera de ello. De camino al rancho, hablo con Buch.

-Algún día saldrás de aquí -me dice con una sonrisa -Si, aveces van al pueblo, pueden llevarte para... Bueno, no se me ocurre pero yo ya fui

-Quizás me vendan como a la hija de Clara Bella -le digo. La hija de Clara Bella era una becerra más bonita de lo normal, cuando cumplió un año, la vendieron en el pueblo y ahora es la vaca lechera de un rancho no muy lejos del pueblo -, o me hacen lo que a Totto -Totto era un pollo que siempre se vio más fuerte que los demás y se lo llevaron para que fuera gallo de peleas hace 7 meses, de momento sigue vivo y dicen que regresará en dos meses.

-Podrías verlo por el lado positivo -intenta animarme. Lo miro y, para ser sincera, no puedo enojarme con él, gracias a él puedo salir del rancho y de la frontera ya que me amarran a él para que me acostumbre a seguir órdenes.

Llegamos de nuevo a los establos y las gallinas comienzan a hacer sus preguntas de burla, lo que ellas no saben -o no se acuerdan -, es que soy más grande que ellas, motivo por que las puedo asustar mejor de lo que creen... Aunque me regalen y me encierren en el establo.

-¿Hoy tampoco llegaste fuera, verdad? -dice una regordeta. Evito mirarla pero ella se acerca -Bueno, no pasa nada, tienes que saber que nadie sale de aquí -es entonces cuando hago un relincho y levanto la pata para golpear el suelo, entonces Crack, el perro, que es un pastor alemán, interviene en la conversación.

-Bueno, ya estuvo bien -me dice. Él me hace un gesto para que nos alejemos del establo y me susurra al oído -intentarán domar te antes de lo que planearon, estate preparada.

No lo podía creer, en lugar de domarme a los 26 meses, me domaran a los 25. No sé así es buena idea, lo que me acaban de decir es algo muy sorprendente y no me agrada en absoluto.

♠♠♠♠♠

Pasan dos semanas desde lo que me dijo Crack, desde ese día, cada mañana veo como el dueño me mira los dientes y me pone una silla de montar para que me acostumbre a traerla. También veo a Ximena todos los días, se para frente a mí y me dice que será emocionante lo que vamos a hacer. ¿Vamos? "Por favor, que no sea ella la que me monte" pienso cada vez que la veo.

Al fin llega el día, el dueño me pone una silla de montar y me la ajusta, después me lleva al corral y veo como llega su hijo mayor. Siempre me detestó, desde que mi madre llegó a este rancho. Ella llegó en una noche de lluvia y estaba a punto de dar a luz, aunque el hijo mayor se negó a cuidarla, el dueño la metió en el establo y cuidaron de ella hasta que nació su cría, pocos segundos después murió y me dejó sin familiar alguno. Ese no es el motivo por el que me detesta, lo hace porque, cuando mi madre me acariciaba, ella lo mordió para que no me tocara, desde ese momento no puede ni verme de lejos.

Él sube en la silla que tengo, abren la puerta del establo y corro para quitármelo. Él se aferra a los estribos, como se nota que sabe montar, entonces se me ocurre correr en círculos y pararme de golpe, él se marea y cae de mi lomo, entonces veo como su padre me lleva de nuevo al establo y su madre lo recoge. Por lo menos sé que ahora me guardará más distancia que antes.

Una vida en el OesteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora