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Lo despertó el grito de un soldado de la guardia a la mañana siguiente. Apoyándose sobre su hermano, escuchó el subir y bajar del pecho de Geoffrey mientras el chico dormía en su camastro. Justin se puso de pie y se estiró, tratando de soltar los músculos que tanto tiempo llevaba sin ejercitar.

Al escuchar su nombre, se dió la vuelta y vió al soldado avanzar por el corredor flanqueado de celdas.

-Vamos, Bieber. Tienes que venir con nosotros.

El soldado iba acompañado de otros dos, mientras un cuarto esperaba en la puerta de la mazmorra.

Justin sonrió al pensar que necesitaran a cuatro personas para llevárselo. Tal vez en tiempos mejores sí, pero desde luego en aquel momento no. La falta de alimento, de descando y de ejercicio habían sido implacables. Miró hacia Geoffrey y se preguntó si él también tendría que ir.

            -No, el cachorro no -Dijo el guardia antes de que le preguntara nada -. Por ahora sólo han llamado al hijo mayor del traidor.

Justin torció el gesto al escuchar aquel insulto que le recordaba su nueva posición. Su padre había deshonrado a todos los que llevaran el apellido Bieber con sus actos traidores. Uno de los soldados lo agarró del brazo para llevarlo, pero él se soltó. Entonces fueron dos hombres los que lo sujetaron y tiraron de él con fuerza a lo largo del corredor.

El grupo se movió rápidamente por el húmedo sótano del castillo antes de subir dos pisos para llegar a la planta principal. Mientras pasaban, los prisioneros les gritaban frases de aliento e insultos. Justin tuvo que hacer un esfuerzo por seguirles el paso. No queía que lo llevaran a rastras a enfrentarse con su destino. Se anfrentaría a lo que le esperaba, fuera lo que fuera, como un hombre. Como el guerrero que era. Defendería el maltrecho honor de su familia a pesar de los errores de su padre.

La brillante luz del sol, que se filtraba al corredor a través de los altos ventanales de vidrio, suponía una tortura para sus ojos. La oscuridad de la mazmorra le había dejado incapacitado para enfrentarse al poder de la luz del día. Intentó levantar la mano para protegerse los ojos, pero los guardias no le permitieron que soltara los brazos. El sonido de sus botas sobre el suelo de piedra despertaba el eco delante y detrás de ellos.

  Se detuvieron frente al estrado que había al frente de una sala y arrojaron a Justin al suelo. Incapaz de mantener el quilibrio, cayó sobre el suelo de piedra, durante un instante mareado y sin respiración. Un murmullo de voces inundó la sala. Aunque todavía no podía ver con claridad, Justin miró a ambos lados y trató de localizar a los que estaban hablando. Se aparto el cabello enredado de los ojos y se los froto para intentar aclararlos mientras se ponía a duras penas de pie.

Una mano fuerte se posó sobre su hombro, obligandolo a caer de rodillas. Justin alzó la vista hacia al estrado y entendió la razón de aquella postura. Estaba en presencia del rey. Bajó los ojos, tragó saliva y se preparó para enfrentarse a su juicio. Como hijo mayor que era, aceptaría la muerte sin perder el control. Su única preocupación era ahora cómo evitarle a Geoffrey el mismo destino.

-Vaya, el conde de Langier hace por fin su aparición

El rey comenzó a reírse de su propia agudeza y los demás lo secundaron. Justin miró a los que rodeaban a Ricardo y no reconoció a ninguno. Nadie hablaría a su favor.

-En pie. Bieber. Quiero ver tu cara cuando te hable.


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⏰ Última actualización: Sep 24, 2015 ⏰

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Honor y PlaserDonde viven las historias. Descúbrelo ahora