Capítulo 3: en el que a Chito le roban la radio y queda todo en silencio

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Hace varios días que Chito Pajarito se encuentra en silencio. Unos hombres mataron a Dubi Dubi, el perro de Chito Pajarito. Le cortaron las cuatro patas y lo rociaron con gasolina. Como mecha utilizaron un cigarro. No contentos con ello, entraron a su casa y robaron la radio.

Así que ahora la casa de Chito Pajarito se halla en silencio.

A Dubi Dubi le gustaba el olor del cigarro, le recordaba a su dueño. Ahora que es medio día y Chito Pajarito enciende el vigésimo tercero, se convence de que Dios existe, y de que tiene algo contra él.

A Chito Pajarito no le va nada de mal, vive del dinero de la familia y de una subvención del Estado. Se pasa el día fumando y dibujando diablitos por todas partes.

Un día se había perdido en la ciudad después de una fiesta y se encontró con Dubi Dubi. El perro movía la cola y le tiraba de la punta de los pantalones, así que Chito Pajarito le contó que había perdido a su novia, una flaquita con tatuajes de flores, que cada vez que iban a una fiesta ella decidía plantarlo en la barra y llevarse a casa a algún tipo con los pantalones más apretados que él. O a algún tipo con mejores pasos de baile. O a algún tipo más ingenioso o más grande. El asunto es que Chito Pajarito se había cansado de pagarle los tragos para que ella se fuese lista para la cama de otro, así que esa noche había decidido gritarle en medio de la pista que ya nunca más la volvería a ver.

-No obstante -dijo Chito Pajarito mientras Dubi Dubi agachaba las orejas-, sé que sólo hace falta que me llame mañana en la tarde para pedirme almuerzo. Iré.

Después de eso, Dubi Dubi comenzó a seguirlo a todas partes. Chito Pajarito había comenzado a explorar el abismo y el perro no quería dejarlo solo.

Un día se enfrentó a su novia. Había tres tipos rodeándola y Chito Pajarito fue y le escupió en la cara. La saliva, una mezcla entre cerveza, coca y odio, corrió lentamente por el cuello hasta llegar a sus tatuajes de flores. Así que entre los tres grandulones agarraron a Chito Pajarito y lo llevaron fuera del bar. En la calle, no opuso resistencia. Dos lo agarraban mientras el tercero, el que más se follaba a su novia, le daba golpes en el estómago. En eso aparece Dubi Dubi y se lanza encima del más grande de los agresores. Pero Dubi Dubi era un perro pequeño, así que de una patada el tipo se lo sacó de encima. Una vez que Chito Pajarito no pudo sostenerse en pie, los agarraron a los dos a golpes en el suelo.

Se quedaron así, tirados un par de horas hasta que la gente comenzó a abandonar el bar y hubo que guardar las apariencias. Chito Pajarito tomó a Dubi Dubi y caminó hasta su auto, pero no fue a casa; fue a casa de su novia. Cuando llegó, la novia se asomó por la ventana del segundo piso en ropa interior y le gritó que se fuera. Tras ella, el grandulón, burlón. Los otros dos salieron al antejardín y esperaron con los brazos cruzados y las botellas dispuestas.

Chito Pajarito apagó la radio y guardó silencio. Por una vez en su vida, se dijo a sí mismo, no quería distraerse de lo que estaba pasando, no quería, por esta vez, hacer como que no pasaba nada: si querían meterle mano a su novia no la podían sacar tan barata. Le puso el cinturón a Dubi Dubi, que también guardaba silencio, acomodó el auto con la nariz frente a la casa y encendió las luces altas. La flaca con tatuajes de flores se puso a gritar y los tipos lanzaron las botellas de cerveza hacia el auto. Chito Pajarito lanzó el cigarro por la ventana y aceleró. El auto derribó las rejas del antejardín, alcanzó la pierna de uno de los grandulones, destruyó el muro exterior, y quedó humeante en el living de la casa.

Comprobó que, fuera de los moretones que la paliza de los grandulones le había dejado, se encontraba bien. Abrió la puerta del auto, que cayó destruida, y bajó junto con Dubi Dubi. Sólo se oía el crujido que hacían sus pies en los escombros. Al tipo que había alcanzado le sangraba la pierna. La novia con sus tatuajes y los grandulones con sus cervezas lo miraban con los ojos bien abiertos.

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