Prólogo

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Verano de 2009.

Tenía poco en este lugar. Con dieciocho años cumplidos apenas un par de meses en una nueva ciudad calurosa, tan desértica como los valles que recorrí en mi infancia. Una ciudad demasiado industrializada. Reconozco que el ambiente tenía un olor característico al que me fui adaptando, mientras que ahora apenas lo noto solamente cuando regreso de viaje. Con sueños y ambiciones de tener una casa de estudios mucho mejor a la que podía aspirar en mi ciudad natal, dado que en el estado vecino del sur carecen las oportunidades con respecto a la ingeniería, la industria, y demás, lo que hace que haya que salir a buscarlas fuera. Es ahí donde comienza la historia.

Los primeros días fueron de conocer un poco las rutas del transporte público, el supermercado mas económico, y hacer un par de amistades en los cursos de inducción, mientras me comenzaba a adaptar a la ciudad, a las matemáticas a todas horas, a las altas temperaturas, al tráfico infernal, muchas cosas nuevas ya que en mi ciudad no existen tantos automóviles, y es mucho mas fácil ir de un punto a otro a pie, y todo el mundo se conoce, aparte de que existen menos calles pavimentadas que en mi nuevo hogar. Mis fines de semana y días libres de la preparatoria han quedado en el pasado. Rápidamente comenzaba a extrañar pasar el día en el rancho de mi padre, arando la tierra con el viejo tractor, ayudando un poco en el negocio familiar, de aquel entonces.

Siempre que lo he pensado, he llegado a la conclusión que no pude haber elegido un mejor lugar. Al parecer los climas tan extremos, la falta de lluvia, y demás padecimientos característicos de un lugar tan árido y desolado de vegetación, de una manera extraña ha mantenido a la gente con bastante espíritu hospitalario. Es tan extraño ponerse a pensar lo poco que tuve que pasar para ser aceptado en grupos de amistades donde comencé siendo un completo desconocido, con diferentes costumbres y vocabulario, y ahora he terminado siendo uno más de ellos.

Rápidamente tuve la fortuna de conocer a gente muy agradable y tolerante a mi acento "agresivo" para algunos, a que todo me fuera nuevo, y a mi gusto por la música campirana. Aunque no era tan diferente el estilo de vida del todo, ya que también existía la rara costumbre que invade a los estados de la zona norte; tener cualquier pretexto para asar carne en el patio trasero de las casas, intentando conservar las amistades de un ciclo recién cerrado como lo era la preparatoria en ese tiempo, o también algo muy común del pueblo de donde vengo; las repentinas y aleatorias ventiscas que levantan cortinas de polvo, que te pueden haber maldecir toda una tarde de lavado de ropa, de autos, o simplemente de haberte sorprendido por la calle caminando. Algo que en ocasiones era mas común que en el lugar de donde venía.

También, a los pocos meses de haber entrado a la universidad, entable una amistad con Martín, uno de los tipos más listos en mi grupo. Al principio visto como una pequeña rivalidad de mi parte, pero poco a poco tuve que aceptar que es bastante bueno para los números, y que pudimos complementar algunas de nuestras habilidades, para estudiar juntos, aunque al final terminaba siendo mi profesor y de los pocos que nos seguían para estudiar para los exámenes. Dentro del afán de mi nuevo mejor amigo de lograr adaptarme un poco más a la gente, las costumbres, los lugares que se frecuentan a esta edad, Martín me ha llevado a una fiesta de sus amigos de la preparatoria. Básicamente mi mejor amigo de esta época de mi vida es uno de los principales implicados en que me encuentre escribiendo esto, a pesar de que actualmente lo vea ocasionalmente, mas comúnmente coincidiendo en algún evento.

Dicho todo esto, podemos deducir que allí fue donde la conocí.
Amiga e integrante de ese grupo (hasta la fecha) inseparable, con casi dieciocho años, y no indiferente, pero muy nueva entre la enorme cartera de personas que me fue presentada en los últimos tres meses. En ese tiempo era un poco más alta que yo, y con el cabello de un color entre castaño oscuro, demasiado rebelde y esponjado debido a las grandes cantidades de humedad relativa de esas épocas cuando el calor da su ultimo castigo antes de doblegar su fuerza, y una piel medio apiñonada, suponiendo que ha sido por el sol tan fuerte de esos días. Gabriela, estudiante de Ciencias Administrativas.

Recuerdo muy bien que todos aquellos que nos reuníamos compartíamos la misma universidad aunque diferentes escuelas. Algunos ingeniería, arquitectura, o contabilidad. Todos muy familiares entre ellos, excepto yo, el intruso foráneo pero bien recibido por estar bien recomendado por Martín.

Regresando al tema de Gabriela, recuerdo el haberla recordado bastante por tener la voz más entusiasta y enérgica, y la risa mas graciosa de todo el grupo de amigos. Un poco gestuosa pero bastante bonita, expresiva con sus sonrisas, muecas, y golpes hacia los demás cuando hacían comentarios dirigidos a ella. La rutina de comentarios graciosos se fijaban a ser una persona el blanco de las criticas amistosas por algunos minutos. Agradezco haber sido el nuevo de aquellos días, ya que hubiera sido complicado tener que lidiar con comentarios burlones de personas que apenas conozco.

Así la conocí, y hay bastantes historias entre ella y yo durante la época universitaria. Nunca pensé que esos momentos hubieran sido tan memorables ahora a nuestros veinticuatro. Hubo tardes de café, noches de fiesta, cenas, comidas, y una que otra tarde bohemia en mi departamento. Tenemos nuestro pasado, aunque no fue como debería haber sido, nunca hubo el suelo mas sólido que nos hubiera gustado pisar, pero directa o indirectamente, uno o el otro, estuvimos ahí.

Y eso es lo más valioso que conservo de la estudiante de contaduría de tiempos antiguos, con su cabello rebelde y que ha estado inconscientemente en varias de estas etapas de mi vida, así como yo lo estuve de ella en bastantes ocasiones. 

Cartas a una ContadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora