Capitulo 3. Reapareciendo en el momento indicado. Bendita oportuna.

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Principios de Julio de 2013

Después de un tiempo de no habernos sabido, no recuerdo como surgió, pero justamente en mi primer día de trabajo, coincidía con su primer día de escuela, su ultimo semestre. El más difícil de todos, por tener que readaptarse, dormir aún menos, comenzar a planear, y demás cosas nuevas. Mi empleo como profesor en la misma universidad donde estudié, y el gran manojo de nervios de mi primera clase a las siete de la tarde.

Son las dos de la tarde, aún tengo tiempo para un café, y ella tiene apenas poco mas de una hora. Para solucionar estos nervios, ella y yo nos pusimos de acuerdo para vernos en el café que esta cerca de la Universidad. Ya lo habíamos visitado en un par de ocasiones, en nuestros mejores tiempos, donde pasábamos el tiempo entre semana cuando había algún tiempo libre, o cuando de milagro no bebíamos alcohol.


Justo a las dos de la tarde, el día soleado obliga a todos a traer gafas de sol mientras permanecemos en el exterior, y al entrar a algún establecimiento, el clima hace a la gente ser impaciente pero siempre guardando la compostura y no pierden los buenos modales, saludando y conservando las filas para tomar los servicios necesarios. Dentro del café, nos acomodamos en unas cómodas sillas frente a las enormes ventanas de la cafetería que dan vista a la glorieta principal que es el cruce de las dos principales arterias viales de la ciudad, mientras el semáforo cambia de verde a rojo, y automóviles giran en la gran rotonda, y de la casi nada, aparece ella.

Antes de ir a la escuela, llega ella al café con su cabello un poco revuelto dado a las prisas y al cargar sus cosas, su maletín, su bolso, su teléfono celular, sus anteojos, sus gafas de sol y un rostro de preocupación, ya que tiene un problema con una materia que no ha podido sacar de la mejor manera. Ella nerviosa por su situación, y yo por la mía. Unidos por una sensación, por la corta distancia que tenemos a la adultez. Ese paso lo había dado ese mismo día, y ella ya lo había dado al regresar de su viaje por el viejo mundo que, como lo he mencionado antes, para ella ya no era un evento nuevo el haber regresado, pero para mi si, ya que no la había visto todavía.

Como estaría ella después de tanto tiempo y después de no habernos visto, de habernos dado un respetuoso espacio, después de tantas nuevas historias, cosas, lugares, que trae en su memoria? La incertidumbre al respecto también me ponía nervioso ademas de mi primer día como docente.

Y sucedió. Nos hablamos como si el tiempo no hubiera pasado. Como si hubiera pasado solo un fin de semana donde hubo mas de once meses de sueños muy reales. Pero no, en realidad había pasado suficiente tiempo, y entonces estábamos los dos sentados hablando de todo y de nada, temas tan serios que ella tocaba con detenimiento, y en otras ocasiones me mostraba su celular que acababa de comprar, y que terminaría por quebrar su pantalla solo un par de meses después. Pláticas de cuentas que había que pagar, planes futuros, el odio por la vida de estudiante que estaba a punto de dejar sabiendo que en cuanto estés del otro lado la íbamos a añorar sobremanera. Pláticas de la gente que conoció estando lejos, los detalles de como se siente todo allá, de lo que hay, y de lo que le hizo falta. Sus comentarios de la dura realidad del trabajo, sus prácticas profesionales, y su nueva vieja vida.

Minutos de risas que se van terminando el café sorbo a sorbo, y el momento tan cómodo de escuchar a una persona que tiene cosas por decir, y el asiento me atrapa, me inmoviliza, hasta que caigo en cuenta que ella tiene que irse a tomar su clase, y que me hace caer en cuenta que yo tengo que regresar a mi rutina que ese día había comenzado, y sin saber cuando va a terminar, tal vez en unos treinta o cuarenta años más.

Y así se fue un momento más, como el de la mancha en su vestido en mi apartamento antes de festejar su cumpleaños, de cantar canciones sentados al borde de la cama, de ir a comer al restaurante equivocado para sus buenas hábitos, de su compañía en mi cumpleaños de 2010 sin conocerme del todo bien, de una fiesta donde no conocíamos a absolutamente nadie, pero terminamos bailando al ritmo de un conjunto norteño, o en mi fiesta de cumpleaños del 2012 que estuvo solamente cinco minutos porque no conocía a nadie, y solo fue a darme mi abrazo, uno de los mejores momentos que guardo de ella.

Nuevamente la chica intermitente reaparecía, con una faz más madura, mas hambrienta de éxito, mas centrada, con la agenda mas difícil, con la cabeza mas fría contrastando con el clima de su ciudad natal. Ella venía a comerse el mundo.

Siempre había sido oportuna su compañía, pero después de no haber sabido de ella quien estuvo a mi lado, fue increíble haberle tenido de nuevo ahí, del otro lado de la mesa. Bendita mujer oportuna. Asertiva, certera, puntual. Su presencia como un bálsamo, y sus comentarios tan positivos y su semblante tan fresco mientras en la ciudad calurosa y el pavimento de lava derrite el plástico a mas de cincuenta grados centígrados. Es un don que ha ido adquiriendo, y algo que al parecer no lo ha perdido con el paso del tiempo y de las experiencias, y que al contrario, ha podido sacar ventaja de ello y hacerla más valiosa que nunca.

A fin de cuentas, siempre nuestros huecos se han llenado así siempre. Satisfaciendo necesidades causa-efecto; como de hablar y ser escuchado, de hambre y comer, de ansiedad y tabaco, de tristeza y ánimos, de alegría y unos tragos, de vacío y compañía, de belleza y satisfacer su ego, de café y gastritis. Vacíos que uno tiene, que el otro ha llenado. Como un pacto silencioso por reconfortar al otro, y que al parecer, ha sido un pacto inquebrantable, a pesar del tiempo y de la distancia.

Bendita seas.

Cartas a una ContadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora