Doi

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Que no me murmuren los espacios

mientras evanezco sus rastros;

los ojos de plomo,

la media luna exactísima que encarna

en aquel meridiano,

las muecas delatoras frente a su mar de plata...

los eslabones suyos,

de quienes sean y de ella.


Que no me embarguen los ímpetus

mientras la hago cenicienta;

en una ojeada

es centella de mármol,

Asesina...

¡De lamentos largos y sonrisas cínicas!

Y me arrastra la cordura cuando la hago arena.


Cadencia otra vez...

Idilio.


¿Quién crisálida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora