Unu

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Gesticulan temerarias como sombras de hielo,

la esculpen sin arcilla como fuego inmóvil,

en las ventanas de antes,

en las ventanas de siempre...

La convierten en oro, y yo la quiero piedra;

la quiero como aquella lanzada por alguna mano furiosa,

desde una cima,

hasta donde no vea;

porque cuando no hay ojos,

la quiero imprecisa y adolorida,

desmembrada de sí misma,

cuando no hay piel,

ni para mí la quiero.


En un espinazo de labios,

la arrojo...

porque cuando no hay sangre,

la deseo inerte y ensimismada...

Burdamente desecha entre mis puños

cuando no la toco, porque no es más

que un delirio...


Cegada estoy de sus alucinaciones;

De dioses y mortales,

de dimensiones indecibles,

Porque cuando no la miro o la siento,

no existimos ambas.



¿Quién crisálida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora