-Paul, ¡muévete! Es hora de comer -Rose, la madre de Paul, sacudía a su hijo como podía hasta que este, algo confuso, despertó.
-¿Emily? -llamó en un susurro aún con los ojos entreabiertos.
-No, cielo, tu madre. Has vuelto a soñar con ella, ¿verdad? -inquirió sentándose en el borde de la cama. Paul se acomodó, miró a su madre, quien había sufrido casi tanto como él.
-¿Por qué son tan reales? -preguntó en un hilo de voz.
-¿Qué pasó en el sueño?
-Lo de siempre -contestó antes de fruncir el ceño recordando el final-. Bueno, esta vez el final era diferente.
-¿Sí? -preguntó extrañada.
-Emily me decía que saliese a conocer gente, que me enamorase de nuevo. Me hizo prometerle que encontraría a alguien que me hiciera tan feliz como yo le hacía a ella.
-¿Sabes cielo? A lo mejor es ella, a lo mejor quiso decirte una última cosa.
-¿De verdad crees que se presentó en uno de mis ya sueños rutinarios para decirme esto?
-No sé en qué crees tú, pero yo creo que ella sería muy feliz si supiese que tú lo eres. Te quería mucho y se notaba. Ella nos está viendo siempre y seguro que no le gustaría seguir viendo cómo desaprovechas tu vida aquí encerrado en tu cuarto, amargado y pensando en ella.
-Hoy hace dos años -comentó serio.
-El año pasado fuiste a verla, ¿harás lo mismo este año?
-No, no sé si se lo prometí al alma de Emily en sueños o a mi subconsciente en forma de Emily, pero tienes razón. Ella quería que fuese feliz. Tengo que superarlo -dijo levantándose de la cama.
-¿Qué vas a hacer?
-Iré al sitio donde la conocí.
-No creo que eso sea superarlo -replicó poco convencida de la idea de su hijo.
-No te preocupes, mamá. Tengo una sensación de que hoy irá todo bien.
-Eso espero, cariño.
Paul fue a esa cafetería, entrar allí lo llevó a los dos grandes y únicos recuerdos de esta: cuando la conoció y cuando consiguió mil puntos y le hizo cumplir su promesa de volverse a ver allí a las cuatro y cuarto de un lunes.
Se sentó en una de las mesas al lado de la ventana y comenzó a observar el local. Una chica que debía de rondar su edad acababa de recibir una llamada, debió de ser una mala noticia porque colgó de inmediato y alterada, sacó la cartera y dejó unas monedas del café encima de la mesa, se colgó el bolso al hombro y caminó disparada hacia la puerta mientras sin prestar mucha atención trataba de meter la cartera en él, sin éxito, pues no llegó a meterla dentro, dejándola caer al suelo. La joven estaba tan apurada que ni si quiera se dio cuenta y Paul, quien observó desde el principio la escena fue a recoger la cartera y salió de la cafetería en busca de la chica, quien no estaba muy lejos.
Persiguiéndola calle arriba en poco tiempo consiguió alcanzarla y por fin pudo entregársela. La chica fruncía el ceño extrañada, pero pronto se le iluminó la cara al ver su cartera.
-¡Ni me había dado cuenta, muchas gracias!
-No hay de qué -contestó antes de dar media vuelta y volver a la cafetería.
-100 puntos para el chico que me recogió la cartera -escuchó que dijo la muchacha para sí. Paul dio media vuelta, su cara era como la de alguien que acaba de ver a un fantasma. La chica volvía a emprender su camino.
-¡Espera! -gritó, está paró de nuevo y dio media vuelta.
-¿Qué es ahora, las llaves? -Preguntó acercándose divertida hasta que identificó la cara de susto del chico -¿Qué sucede? -inquirió más preocupada.
-¿Qué dijiste antes?
-¿Lo de las llaves?
-Antes.
-¿Los puntos? -Paul asintió con la cabeza- Bueno, es algo que me digo a mí misma cuando alguien hace algo bien o que me gusta. Ya sé, soy un poco rara.
-¿Cuál sería el límite? -preguntó con asombro.
-¿Límite? No lo sé... ¿Mil? No creo que alguien llegue a mil -contestó divertida. Paul soltó una media sonrisa y elevando una ceja preguntó:
-¿Cómo te llamas?
-Melanie.
FIN.
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Emily.BeautifulFireStarter
Cerita Pendek-¿Recuerdas el día que nos conocimos? –preguntó ella casi en un susurro. -Estabas preciosa –contestó asintiendo. -Eso significa que no te acuerdas.