Capítulo 6 Segundo aniversario.

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-Paul, ¡muévete! Es hora de comer -Rose, la madre de Paul, sacudía a su hijo como podía hasta que este, algo confuso, despertó.

-¿Emily? -llamó en un susurro aún con los ojos entreabiertos.

-No, cielo, tu madre. Has vuelto a soñar con ella, ¿verdad? -inquirió sentándose en el borde de la cama. Paul se acomodó, miró a su madre, quien había sufrido casi tanto como él.

-¿Por qué son tan reales? -preguntó en un hilo de voz.

-¿Qué pasó en el sueño?

-Lo de siempre -contestó antes de fruncir el ceño recordando el final-. Bueno, esta vez el final era diferente.

-¿Sí? -preguntó extrañada.

-Emily me decía que saliese a conocer gente, que me enamorase de nuevo. Me hizo prometerle que encontraría a alguien que me hiciera tan feliz como yo le hacía a ella.

-¿Sabes cielo? A lo mejor es ella, a lo mejor quiso decirte una última cosa.

-¿De verdad crees que se presentó en uno de mis ya sueños rutinarios para decirme esto?

-No sé en qué crees tú, pero yo creo que ella sería muy feliz si supiese que tú lo eres. Te quería mucho y se notaba. Ella nos está viendo siempre y seguro que no le gustaría seguir viendo cómo desaprovechas tu vida aquí encerrado en tu cuarto, amargado y pensando en ella.

-Hoy hace dos años -comentó serio.

-El año pasado fuiste a verla, ¿harás lo mismo este año?

-No, no sé si se lo prometí al alma de Emily en sueños o a mi subconsciente en forma de Emily, pero tienes razón. Ella quería que fuese feliz. Tengo que superarlo -dijo levantándose de la cama.

-¿Qué vas a hacer?

-Iré al sitio donde la conocí.

-No creo que eso sea superarlo -replicó poco convencida de la idea de su hijo.

-No te preocupes, mamá. Tengo una sensación de que hoy irá todo bien.

-Eso espero, cariño.

Paul fue a esa cafetería, entrar allí lo llevó a los dos grandes y únicos recuerdos de esta: cuando la conoció y cuando consiguió mil puntos y le hizo cumplir su promesa de volverse a ver allí a las cuatro y cuarto de un lunes.

Se sentó en una de las mesas al lado de la ventana y comenzó a observar el local. Una chica que debía de rondar su edad acababa de recibir una llamada, debió de ser una mala noticia porque colgó de inmediato y alterada, sacó la cartera y dejó unas monedas del café encima de la mesa, se colgó el bolso al hombro y caminó disparada hacia la puerta mientras sin prestar mucha atención trataba de meter la cartera en él, sin éxito, pues no llegó a meterla dentro, dejándola caer al suelo. La joven estaba tan apurada que ni si quiera se dio cuenta y Paul, quien observó desde el principio la escena fue a recoger la cartera y salió de la cafetería en busca de la chica, quien no estaba muy lejos.

Persiguiéndola calle arriba en poco tiempo consiguió alcanzarla y por fin pudo entregársela. La chica fruncía el ceño extrañada, pero pronto se le iluminó la cara al ver su cartera.

-¡Ni me había dado cuenta, muchas gracias!

-No hay de qué -contestó antes de dar media vuelta y volver a la cafetería.

-100 puntos para el chico que me recogió la cartera -escuchó que dijo la muchacha para sí. Paul dio media vuelta, su cara era como la de alguien que acaba de ver a un fantasma. La chica volvía a emprender su camino.

-¡Espera! -gritó, está paró de nuevo y dio media vuelta.

-¿Qué es ahora, las llaves? -Preguntó acercándose divertida hasta que identificó la cara de susto del chico -¿Qué sucede? -inquirió más preocupada.

-¿Qué dijiste antes?

-¿Lo de las llaves?

-Antes.

-¿Los puntos? -Paul asintió con la cabeza- Bueno, es algo que me digo a mí misma cuando alguien hace algo bien o que me gusta. Ya sé, soy un poco rara.

-¿Cuál sería el límite? -preguntó con asombro.

-¿Límite? No lo sé... ¿Mil? No creo que alguien llegue a mil -contestó divertida. Paul soltó una media sonrisa y elevando una ceja preguntó:

-¿Cómo te llamas?

-Melanie.

FIN.

Emily.BeautifulFireStarterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora