CAPÍTULO 1. LA VIDA SIN RECUERDOS.

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No comenzaré con el típico "érase una vez", prefiero ser algo más directa, así que comencemos.
Nos trasladamos entonces al año 1990, un año florido, un año donde, no, en ese año no nació la narradora... jajajajaja... ya comencé a salirme de la historia, lo siento. Entonces, volvemos al año 1990, en un hospital muy prestigioso de Inglaterra, el día 9 de Septiembre, nació el heredero de una de las familias más influyentes de Japón, la familia Kouga. El nombre que fue dado al pequeño de cabellos plateados y ojos safiro fue Daisuke. Su padre, Kaname Kouga, un gran empresario, hombre alto de cabellos negros y ojos pardos, de contextura atlética, muy bien parecido. Su madre, Aria Kouga, una mujer delicada, esbelta, con ojos color miel y cabellos de tonos cobrizos. Ambos, asombrados por el físico diferencial de su pequeño, decidieron preguntar a los doctores por posibilidades genéticas en respuesta a esto.

 -Sólo puedo decirles que el pequeño no es muy saludable que digamos, tiene deficiencia de melanina en su organismo, quizá esto sea la explicación a su tez tan pálida y su cabello plateado.- Respondió el pediatra a sus inquietudes.

 -¿Un hijo débil?- replicó el joven Kaname ante lo dictado por el especialista. -¿qué esperanzas tiene mi hijo, doctor?

-Para serle sincero, señor Kouga, debo hacer más exámenes y le informaré sobre los detalles- con un suspiro intermedio, prosigue -Aunque no creo que el pequeño viva más de los 5 años-

La dama de cabellos cobrizos, anonadada por lo dicho, deja caer unas lágrimas sobre la delicada criatura que se hallaba en sus brazos, siendo amamantada.-¿Cinco años, Kaname? ¿Solo disfrutaré de mi hijo por cinco años?- Intenta mantener la cordura por su pequeño. -Mueve influencias, haz lo que sea necesario, pero salva a nuestro hijo...- Su tez empalidece y abraza a la criatura con fuerza, el pequeño comienza a llorar y, su madre, se deja calmar para luego intentar tranquilizar a su nueva adoración.

Con un suspiro, cerrando los ojos y tomando al bebé en brazos, el joven empresario deja caer una lágrima y pronuncia unas palabras al oído del diminuto ser: "No importa lo que cueste, mi niño. Aunque deba darte mi vida, encontraremos la manera de salvarte"; y entonces devolvió el chiquillo a los brazos de aquella que lo cargó en su interior aquellos fatídicos 9 meses. 

Los meses pasaron, los mejores pediatras siempre a cargo del tratamiento del menor que, no solo tenía deficiencia de melanina, tenía muchas otras afecciones de salud, entre las que contábamos una leucemia linfoide aguda, que se determinó en su cuarto mes de vida. El pequeño, con 10 meses, era un ser vivaz, cálido, tenía una sonrisa con la que contagiaba a cualquiera que se acercara a él, le alegraba el día hasta al ser más amargado de todos. Sus padres mantenían la esperanza de que su hijo sanaría con todos sus esfuerzos.El amor era la base que primaba en aquella familia, los abrazos de dos adultos y un chiquillo al que nada detenía, un pequeño explorador.

- Dai-chan, ven aquí, mamá quiere un abrazo jajajaja...- Dice la joven Aria entre risas, viendo a su primogénito jugar con sus muñecos. El pequeño se intenta levantar y cae sentado, comienza a llorar por aquella frustración nativa de un bebé cuando no logra hacer algo la primera vez que lo intenta, esa frustración que queda en todos nosotros, aún cuando crecemos. Su padre, quien recién llegaba a casa después de un largo día de trabajo, encuentra al hermoso bebé llorando, sentado en el suelo y siendo animado por la dama en el sofá.

 -Arriba- ríe y ayuda a levantar al pequeño -Vamos, Dai-chan, te ves feo llorando jajajaja- lo toma delicadamente en sus brazos y le habla, mirando fijamente a los ojos celestes profundos y dulces del menor -Nunca debes rendirte, mi hijo. Te pondré en el suelo nuevamente y andarás, papá estará detrás por si caes- una sonrisa sincera se dibuja en los labios del mayor -Papá nunca te dejará solo...-

Daisuke es puesto en el suelo, de pie, siendo sujetado por su padre; ríe tiernamente el pequeño que suelta ligeramente los dedos del mayor, camina hacia su madre quien le extendía los brazos a unos escasos 50 cm de donde él se hallaba, lo que, para un bebé equivaldría como a 3 metros. A paso lento pero firme e intentando mantener el equilibrio, el pequeño, resguardado por su padre, llega a los brazos de su madre, quien lo levanta en el aire con una sonrisa de oreja a oreja (no, no como la de Jeff ni la del guasón, era una sonrisa linda... Y eso no lo dije yo, lo dijo el propio Dai e.e).

- ¡¡Dai-chan!! ¡¡Bien hecho!! ¡¡Lo hiciste hermoso, lo hiciste!!- Celebra Aria con su hijo en lo alto.

-¿Te lo dije, no?- Sonríe el mayor acariciando la mejilla del pequeño -Nunca te rindas, papá siempre estará allí para apoyarte-El pequeño, que aún no había mencionado palabra alguna, en su emoción deja salir sus primeras sílabas: "papá!" exclamó el menor a voz firme y, riendo, le extiende los brazos.Una corriente recorre el cuerpo entero de su padre.-¿Qué dijiste, Dai? Repítelo, por favor- Sus ojos brillan fervorosos.

-Pa....pá- pronuncia nuevamente el menor lanzándose a los brazos de su asombrado padre.

-Aria, ¿lo escuchaste? Fui su primera palabra!- Exclamaba Kaname mientras lo recibía en sus brazos.

-Dai-chan, no es justo con mamá, déjame escucharte llamarme...- Replica Aria -A ver, di "ma...má"-

-m...ma...m...mamá- sonríe, cerrando sus ojitos. 

Ese día, no dejaron de escucharse risas en la mansión de los Kouga.El tiempo seguía pasando, el cumpleaños número 3 del pequeño estaba cerca, pero tenía un pequeño problema, el pequeño estaba internado por una recaída debido a su leucemia, la peor hasta ese día. Le detectaron una extraña combinación entre Leucemia linfoide y mieloide agudas, el menor tenía una exagerada trombocitopenia y la hemofilia no permitía que se le realizara ninguna intervención. Fueron semanas duras para los Kouga, en especial para este pequeño que anhelaba su fiesta de cumpleaños, anhelaba compartir con Mayuu, su primo, y la pequeña Azura, sus mejores amigos. Kaname y Aria no se hallaban, rezaban día y noche por la mejoría del pequeño quien, aún en su debilidad y pesar, no dejaba de sonreír para sus padres. El pediatra llama a Kaname fuera de la habitación.

-Kaname-san, tenemos un pequeño problema, si el niño sigue tan débil y no hacemos el transplante ahora, es probable que Daisuke no pase la noche.- Dictamina el especialista.

-Pero si la hacen, ¿qué riesgos habrá?- Mira con preocupación y desesperación al médico encargado. -¿Mi hijo tiene posibilidades? Sea sincero conmigo, doctor.-

-El pequeño, sin el transplante, está sufriendo de hemofilia. Se corre el riesgo que, en los primeros 3 meses después del procedimiento, el niño fallezca por falta de elementos formes de la sangre, por anasarca, es decir, edema sistematizado, entre otras muchas causas. En realidad sería un milagro que su hijo sobreviva.- Dice, con la mirada al suelo.

Tras un suspiro y una mirada al interior de la habitación, Kaname toma una clara decisión, confiará en que el milagro sucederá y firma las órdenes para que el procedimiento se lleve a cabo. El procedimiento es realizado inmediatamente y se mantiene al joven en la unidad de Cuidados Intensivos durante los tres meses siguientes, aislado de todo y todos, con pronóstico reservado y con la posibilidad de no despertar más a un nuevo día. Pero lo logró. Sobrevivió a todo, crisis anémicas, a la hemofilia, la anasarca no se produjo; en otras palabras, el milagro por el que tanto rezaron los mayores, se había cumplido. Un chico saludable salió del hospital, cuatro meses después, dejando atrás al pequeño enfermizo.



LA VIDA BAJO EL REFLEJO DE MIS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora