CAPÍTULO 6. ENTRE LA LUZ Y LAS AGUAS.

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El joven Daisuke, teniendo en su mente los dulces y amargos recuerdos de una de sus primeras vidas, su vida como el ángel guardián del príncipe Belial, Athaniel, se dejaba llevar por el dolor que le provocaba aquella imposibilidad de mantenerse lado a lado con su amado.

Hizo aparecer en su mano la espada de los ángeles, aquella a la que tenía derecho desde que su padre renunció al trono y él debía asumirle por obvias razones. Cerró sus ojos evocando un delicado suspiro mientras las lágrimas corrían por sus pálidas mejillas, juntando ambas armas que terminaron fusionadas en una gran espada con un borde oscuro, negro, mientras el otro era de un brillante oro.

—Lo lamento mucho... Nunca quise dar problemas... Si no hubiera aparecido de nuevo en tu vida... Yo...— Una pequeña esfera de tonos blancos y negros sale de su pecho.

En el momento en que se disponía a cortar aquella esfera, intentando destrozar su alma, Tsuki apareció tras él, dando un suave abrazo desde sus espaldas, ocultando su rostro en los cabellos plateados de su pequeño ángel, derramando unas cuantas lágrimas.

—Recuerda bien a quién amé realmente antes de caer con mis hermanos, mi ángel... Mi rosa... Por favor... No hieras mi corazón con tu muerte, no de nuevo.— Tsuki, quien tenía ya el cabello oscuro y largo, más allá de sus hombros, con sus ojos brillando como esmeraldas, dejando un suave beso en la cabeza del menor mientras retiraba la espada de sus manos, tomando con delicadeza su alma, como si fuera su más grande tesoro. —Athaniel, la biblioteca, nuestra habitación... Nuestro lago. Por favor...—

El joven de cabellos plateados se dio la vuelta, acarició con sus suaves dígitos la mejilla derecha de Belial, secando sus lágrimas, acercándose un poco a sus labios.

—Una... Última... Vez...— Sus ojos parecían un par de prismas cristalinos esperando un rayo de luz para ponerle color a su oscuro sufrimiento. Posó sus labios sobre los del azabache, encontrándose con los brazos de este rodeando su cintura para apegarle más, disfrutando más, dejándole traer los recuerdos con aquel suave acto.

Leviathan estaba ocupado en el lago frente al palacio de Belial, Saryel caminaba en la orilla mientras Belial se encontraba encerrado en su biblioteca. El ángel de luz, creado por Luzbel para proteger a su hermano, estaba desesperado, pues no podía llegar a su amado Belial, no le alcanzaba, era como si le hubiera perdido luego de tanto tiempo juntos.

—Saryel, desaparece... Me tienes nervioso, no debo equivocarme en lo que hago, maldición.— Leviathan, aún en su impetuosa paciencia, estaba estresandose por ver al ángel tan inquieto.

—No sé porqué gastas tus energías en esto, está claro que él no quiere compañía alguna... No me deja acercarme a él, ¿Por qué piensas que...— La voz de Saryel fue callada por una ruidosa explosión en el lago. El rocío caía delicadamente y Leviathan salía del agua con un joven en brazos, un hermoso primor de cabellos plateados y ojos violetas, deleitante a la vista.

Belial corrió fuera del palacio, preocupado por Saryel y su hermano, cuando vio aquel delicioso entremés para los ojos de cualquiera. Baja lentamente observando cómo su hermanito pone el cuerpo desnudo del menor en el suelo, haciéndole apoyarse en sus pies.

—Leviathan, ¿Qué es esto?—

—Sólo un pequeño obsequio, Belial... Te entrego a mi hijo y espero que le CUIDES muy bien.— El pequeño le guiña un ojo, sacando su lengua, y empuja al menor quien resbala pero es sujetado por Belial. Ambos cruzan miradas, el nuevo ángel se sonroja hasta las orejas mientras el amargado Belial se queda atónito sin soltar a aquel chico. En un momento, simplemente se quita la capa y rodea el cuerpo de jovencito con la tela, atrayéndolo a su cuerpo.

—Athaniel...— Susurra el azabache, alzando al joven como si de una delicada doncella se tratase. Se disponía a caminar a su habitación hasta que escuchó la voz de su compañero durante milenios, su luz.

—¿Por qué...? Es un torpe ángel.—

—Saryel, acaba de nacer, cuando tú naciste hice lo mismo contigo. ¿Acaso no te he demostrado suficiente cuánto te amo?— el azabache frunció el ceño mientras el ángel de cabellos dorados se acercó con intención de lastimar al menor. —Saryel, basta.— Belial le miró con la frialdad que nunca había usado contra él, lo que le hizo temblar, mientras el mayor de los tres ángeles se alejaba con el menor.

—Fuiste cruel con el chico lindo... Eso está mal, amo.— Susurra tembloroso el joven Athaniel mientras ocultaba su rostro bajo su larga cabellera, temiendo haber hecho enfadar a su ahora maestro.

—Tch... Lo sé, lo siento... Pero iba a lastimarte.— Suspira. —Y llámame Belial, por favor.—

—Él estaba desesperado y preocupado por ti... Mientras padre me creaba él también fue grosero con el chico lindo.— Athaniel infló sus mejillas y se cruzó de brazos. —Los dos deben disculparse con él. Los dos son unos idiotas.— Belial, sorprendido, desvió la mirada y sonrió con suavidad, se inclinó a besar la frente.

—Eres bastante único, jamás me habían hablado así... Es increíble que no sientas miedo del castigo por llamarme "idiota".— Entró a una habitación, viendo al menor reír suave, dejándole aún más atónito. —¿De qué te ríes?—

—No me das miedo... A pesar de parecer todo amargado, en el fondo tienes un alma tan dulce y pura, tienes mucho amor para dar...—

—Atha..niel... — Belial le mira a los ojos, le sonríe y acaricia su mejilla. Junta su frente con el menor y da un suspiro. —Leviathan hizo un gran trabajo contigo. Te dejaré para que cambies tus ropas.—

—Belial...— Menciona su nombre como un tenue susurro, con sus mejillas ardiendo. el ojiverde se quedó embelezado y juntó sus labios con los del menor, acariciando suavemente el tercio inferior de su desnuda espalda. Athaniel se sujetó suavemente de las ropas del mayor, correspondiendo torpemente.

Al cabo de unos segundos, apenado por su acción, Belial se separa y deja la habitación en silencio. Athaniel toca sus labios, respirando agitado, sin entender muy bien lo que recién sucedía.

Entonces es cuando Athaniel siente a Belial separarse de él, sonriendole suave.

—Athaniel, te amé desde la primera vez, te amé desde que mis ojos se posaron sobre ti... Y te amaré aún si mi alma se destruye. Pero no puedo estar contigo ahora... Por favor, no me dejes sin ti... No ahora.— Belial acarició la mejilla de su lindo ángel y besó su frente, desapareciendo y llevándose con él la espada.

—Belial... Idiota...—

LA VIDA BAJO EL REFLEJO DE MIS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora