Capítulo 5.

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El móvil comenzó a vibrar a la vez que sonaban los primeros acordes de "Rain when I die". Sacó un brazo por debajo de las sábanas para apagar la alarma e intentó volver a coger el sueño, pero había algo en su mente que le decía que no debía dormir. Terminó por comenzar a desperezarse lentamente, se estiró tanto que para poder estirar bien las piernas y los brazos tuvo que colocarse en diagonal. Mientras estaba en pleno bostezo su estómago comenzó a gruñir.
Era hora de desayunar.

Después de la charla nocturna su compañera se había dormido antes que ella, por no molestarla se dirigió a un pequeño sofá que había visto en el piso de abajo.
Su despertador sonó demasiado temprano, como de costumbre, con aquel insufrible sonido que detestaba y la obligaba a levantarse y así fue. Después de apagarlo a desgana y quejarse por lo bajo, ya sentada en el sofá con los ojos entreabiertos se frotó ambos mientras bostezaba, estirándose después.
No le faltó tiempo para que su tripa sonase y arrastrando sus descalzos pies por la alfombra inspeccionó aquella gran casa encontrándose con la cocina.
Ya cambiada, con el uniforme de sobra que tenía en el maletero no le costó demasiado hacer un desayuno. Sus adoradas tortitas sin las cuales no podía ir a trabajar. Aunque no conociera donde se guardaba cada cosa le había dado tiempo a inspeccionar por encima, logrando los ingredientes necesarios para la masa.

Saltó un par de veces sobre la alfombra mullida para ayudarse a subirse los pantalones, eso la ayudó a acabar de despertarse.
Eso y... aquel olor a comida. Hacía tanto tiempo que no se despertaba con el desayuno ya preparado que aquella sensación se le hizo extraña. No sabía si era una sensación de hogar o de invasión.
Mientras bajaba las escaleras intentó decidirse por una de las dos, pero no pudo lograrlo y cuando entró en la cocina un ceño fruncido mostraba su gran confusión.

Sentada frente a la mesa con el móvil en una mano y las tortitas a su derecha desayunaba mientras intentaba enterarse de lo ocurrido aquella noche. Ninguna notificación sobre una pista o algo para poder ayudar.
Al verla bajar, se mordió el labio inferior levemente.

-Tenía hambre... Puedo pagarte los ingredientes después y lo limpiaré, palabra. Tienes tortitas en ese plato por si desayunabas...

Acto seguido señaló el plato cercano a los fogones el cual aún mostraba un leve humo por el calor.

La pinta de aquellas tortitas era tan buena como el olor, daba hambre sólo de verlas. Y con un poco de sirope de chocolate... Mmmmm. Rico.

-No hace falta que me pagues nada, ya haces bastante con estar aquí. Gracias por hacer el desayuno.

Se sentó a la mesa con el plato y el sirope y se sirvió una tortita mientras miraba de reojo a la policía.

Parecía que el móvil se había convertido en una extensión de su brazo, siendo capaz de escribir perfectamente con una sola mano y con la otra comerse las tortitas, remover el café y bebérselo sin ningún problema. Ella, sin embargo, era lo suficientemente torpe como para necesitar las dos manos únicamente para desayunar.

Después de un par de minutos ojeando, mandando mensajes y recibiéndolos suspiró dejando el teléfono sobre la mesa con poco cuidado ya que, al no ser suyo, poco le importaba.

-He hablado con mis compañeros. Deberías hacer una maleta o algo similar, después de comer vendrán a buscarte para llevarte al piso de protección oficial. Según sé, está a las afueras pero, no me está permitido saber nada más sobre ello.

Después de una mueca de disgusto con los labios se terminó las tortitas, levantándose para pasar por detrás suya y dejar el plato en el fregadero.

El tener el estómago un poco lleno había aplacado su ceño fruncido, pero en cuanto oyó mencionar el piso oficial se quedó paralizada y puso mala cara.

Sangre blanca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora