Día 2

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La bestia llegó hasta mí

decidida a ultrajarme,

no le importó que sus sirvientes me hayan arrastrado,

no preguntó por qué estaba aquí

ni si quería quedarme

en la funesta morada de su antro.

Con el filo de su navaja

abrió mi pecho adolorido,

se comió crudo y entero mi corazón

y me eructó en la cara,

y, con un angustioso alarido

gozó su obra sin compasión.

Me saltaron los ojos del pánico,

los escuché rodar por las escaleras,

no supe si también se los comería la bestia,

si tendría suficiente ánimo

o si los guardaría de reserva,

después de todo, parecía estar satisfecha.


AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora