Día 4

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La soledad en este lugar

es un verdadero aliciente,

no se calman las heridas,

todo permanece igual,

si la bestia está ausente

no se calman, pero tampoco se avivan.

Hoy no siento a la bestia,

no tengo conciencia de si ha venido

o estuvo tranquila estas horas,

quizá no me dejó sentirla la anestesia.

No se si gimió en mi oído,

no recuerdo su presencia estruendosa.

Aquí la anestesia obliga

aunque no se quiera,

a permanecer con vida,

pero tampoco se olvida

que se guarda la esperanza

de escapar un día.

Sin ojos, sin corazón, casi sin alma

la anestesia no sirve,

es como tener una rosa en la herida

duele, no calma,

y se espera que alivie

aún sabiendo que tiene espinas.

Quizá me quedé dormida,

quizá todavía está satisfecha,

puede que ya no me quiera

(eso suena a ilusa fantasía)

quizá me desmayé de tanta dolencia,

o solo estoy soñando que sigo viva.


AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora