Capítulo 3

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La chica no había vuelto— pensó Steven deprimido al día siguiente, al tiempo que se bebía la octava botella de brandy de aquella jornada de borrachera a la que se había entregado.
Estaba que se volvía loco; su nueva amante no había aparecido en todo el día y ya eran casi las cinco de la tarde.
Gruñó y empezó a tirar las cosas de su escritorio, al darse cuenta de repente que eso solo podía significar que ella no quería seguir con el trato.
Maldita sea, no podía permitir que hiciese eso— pensó cuando terminó de descargar su furia con los objetos que tuvieron la desgracia de estar a su alcance.
Hundido y triste volvió a sentarse en su silla tras su escritorio.
Marie era suya y se moría por seguir manteniendo relaciones sexuales con ella.
No podía permitir que se le escabullera.
La necesitaba.
―¡Johnson!―gritó a voz de trueno; como acostumbraba a llamar a su ayudante de cámara.
Este apareció rápidamente y esto hizo pensar a Steven que él ya estaba cerca de la biblioteca, seguramente preocupado por su estado.
―¿Mi lord desea algo? ―preguntó el hombre, paciente cuando estuvo frente a él, aunque su tono delataba que estaba nervioso.
Johnson tenía unos cuarenta y tantos años y ya tenía casi dos trabajando para él.
El mismo había sido contratado por su madre y su mujer para cuidarle después del accidente.
No sabía cómo ese pobre cristiano lo había aguantado tanto, ya que lo trataba asquerosamente mal.
Bueno tal vez se debía a que antes de haber trabajado para él, había sido enfermero en el sanatorio mental Bethlem y ya estaba acostumbrado a tratar con bestias que se le parecían.
―Ve a casa de la señorita Wincley―le respondió tratando de pararse de la silla, pero la cabeza empezó a darle vueltas, así que se quedó quieto.
―No cree que mejor debe ir a acostarse―trató de persuadirlo su interlocutor.
―Maldita sea, no quiero dormir. ¡Busca a Marie! ―gritó Steven golpeando la mesa con un puño.
Jonhson no dijo nada.
Se limitó a preguntarse por qué ahora su amo tenía tanto interés en esa muchacha que antes ni había querido recibir...
Antes de ayer le había pedido investigarla; ayer que ella había vuelto a venir se había quedado un rato considerable con él y ahora con desesperación él mandaba a buscarla.
¿Qué pasaba ahí? —pensó llevándose las manos a la barbilla, lleno de preocupación.
Esa niña era la hija del hombre al cual el marques le quería quitar la casa días atrás, por eso le había permitido a la muchacha entrar a la mansión haber si un día él marqués aceptaba hablar con ella.
La angustia que se le veía a la joven lo había enternecido y por eso no había sido capaz de echarle sin tratar de ayudarle.
Pero ahora la situación se tornaba diferente, él que deseaba verla era el marqués.
Dios, ¿su amo se habría aprovechado de la situación y le habría pedido algo intimo a cambio de no echarlos?, se puso pálido al pasarle ese pensamiento por la cabeza. Ojalá que no, porque esa muchacha se veía muy débil y enferma, y una relación con su agresivo amo la mataría.
―Mejor duérmase, mi lord―volvió a insistirle, agarrándolo por un brazo.
Steven en cambio lo agarró por el cuello y estremeciéndolo le ordenó nuevamente que buscara a Marie.
―La buscaré, mi señor―le aseguró Johnson tratando de no perder la calma―Pero primero se calma y me explica con qué excusa puedo ir a casa de esa jovencita, diciéndole que tiene que venir para acá.
Esto hizo que Steven soltara al hombre, entonces permitió después lo condujera a donde quería llevarlo.
Estaba tan ebrio que se golpeó con la puerta de la biblioteca cuando iban a salir y además también estuvo a punto de caerse por las escaleras que daban al segundo piso.
Cuando llegaron a su cuarto, escuchó a lo lejos como Johnson ordenaba a las mucamas que vinieran a bañarlo y luego no supo cuánto tiempo pasó hasta que estuvo en una tina humeante con varias manos femeninas recorriéndolo.
Oyó exclamaciones...siempre pasaba lo mismo cuando alguna le veía el pene por primera vez...
Impresionaba por lo grande.
Recordó como su Marie había hecho ese sonido cuando el día anterior se lo había mostrado...
Con ese dulce pensamiento se durmió.
Se despertó rato después cuando las chicas lo llamaban para que se parara a vestirse.
Con un intenso dolor de cabeza se paró y dejó que le pusieran una bata y lo condujeran a la cama de su alcoba.
―Largo ―les ordenó a las criadas cuando se acostó, para quedarse a solas con su ayudante de cámara.
Las dos o tres chicas salieron, pero antes oyó a Jonhson pedirle a una de ellas que le fuera a preparar un café cargado para él.
Cuando se hubo cerrado la puerta Steven dijo al hombre:
―Ya sé con qué excusa irás a la casa de la señorita, Wincley. Anda busca papel y tintero.
Jonson hizo lo ordenado.
―Ya, mi lord―le avisó.
―Bien. Escribe lo siguiente.
Johson estuvo los siguientes minutos redactando una carta, dirigida a la madre de la señorita Wincley que decía así:
Buenas (noches) días, señora Wincley.
Ante todo, siento el estado en que está su marido y le deseo de todo corazón que él tenga una pronta recuperación.
La razón por la que escribo esta carta es para pedirle permiso para que su hija arregle mi jardín que está muy marchito y deteriorado.
Me enterado por unos conocidos que ella es muy buena en eso y me encantaría poder contar con su experiencia, ya que quiero que cuando llegan mi madre y mi esposa se encuentren con la sorpresa de que el jardín tiene otro aspecto.
Por su puesto seré muy generoso económicamente con ustedes.
Le saluda a usted:
El coronel Steven St.Jones, marques de Dover
Cuando Jonhson terminó de redactar se dio cuenta que aquello era falso.
Al marques no le interesaba nada... ni su madre, ni su esposa, ni los amigos a los que había hecho creer que había muerto; ni siquiera su propia vida y ahora de pronto se mostraba preocupado por un jardín.
Bahhh, patrañas.
Y su madre y su esposa no iban a venir sabría dios cuando porque el mismo marques les había hecho creer que se había escapado a Italia y esas pobres mujeres se encontraban desesperadas en otro país buscándolo.
―Quizá los jardines sean mucho trabajo para aquella chica. Ya le he comentado que se nota débil―no pudo evitar advertirle Johnson.
Steven alzó la cabeza a detectar que él sospechaba y que aquello que le acababa de decir era para que no se acercara a Marie.
―Sigue mis órdenes y punto. ―le respondió secamente, además ya él mal estaba hecho. Ya le había tomado la honra a esa chica el día anterior y no había vuelta atrás.
―Como usted diga, señor―escuchó que digo su ayudante de cámara―Mañana a primera hora llevo la carta. Hoy no sería apropiado ir tan tarde.
Después de decir esto Jonhson se retiró dejándolo, ahí impaciente y deseoso.
Quería a Marie entre sus brazos.
Con esta táctica de escribirle a la mamá no podría negarse.
Tenía que volver.

Una flor en mi jardín MUESTRA // LIBRO 2# Serie Guerreros de la corona//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora