Ya en el baño, cuando Marie terminó de botar todo lo que tenía en el estómago, entró en crisis.
Había sido demasiado la escena que había acabado de vivir.
Dios mío, lo había agredido.
¡Había agredido a una persona discapacitada, burlándose prácticamente de su condición!
No tenía perdón alguno...por más que el fuese un desgraciado.
Ella no era así. Ella no era igual que él.
Cerró los ojos y se le vino a la mente la cara que él puso...
Nunca olvidaría su expresión de impotencia y dolor descarnado.
Lo había aniquilado tan solo con decirle que se merecía ser ciego, además de mojarlo sin que pudiese prevenir el ataque.
Empezó a temblar, echa un ovillo en un rincón, al recordar también como él pensó en vengarse por lo que ella le había hecho.
Estuvo a punto de lastimarla de la peor manera.
Dios...suerte que se había arrepentido el último momento, pensó llevándose una mano a la boca.
Con esta escena se había dado cuenta de algo: La supuesta maldad de él era más por la frustración que sentía por su condición y no por el placer de hacer daño.
Claro, encontraba una forma de desquitarse con la vida comportándose como un tirano y eso estaba muy mal. Hacía daño a otros que no tenían la culpa de su pérdida de vista, incluida a ella.
Pero... ¿Qué podía hacer para que la dejara en paz? - se preguntó, parándose del suelo de forma tambaleante, al tiempo que se ayudaba con la encimera de piedra del baño.
¿Qué podía hacer para que ya dejara de torturarla y que se aburriera de ella?
Se miró en el feo espejo de bronce, estilo francés, que estaba colgado en el centro de los lavabos.
Se veía desencajada, sus ojos estaban rojos, sus labios pálidos y mechones de su cabello oscuro se salían del moño rígido que se había hecho en la mañana.
Era el rostro de una mujer que estaba siendo maltratada por la vida.
Bueno siempre había sido ultrajada, pero esta reciente situación con el marques era ya se pasaba de todos los límites.
Con lentitud se arregló el cabello y se echó agua en la cara que extrajo de una palangana.
Deseaba acostarse y descansar... Estaba muy exhausta.
Había sido un día que la había desgastado física y mentalmente.
Bueno debía irse para empezar su hora de camino hacia su casa- decidió y cuando terminó de arreglarse, salió al pasillo...
Ahí, débil caminó apoyándose con las paredes para no caerse de vuelta a la biblioteca; desafiando así la orden del marqués de que se perdiera.
No le quedaba más que volver, porque tenía que pasar obligatoriamente por ahí para salir y después poder irse.
Luego de un rato de unos pasos dificultosos, volvió de nuevo a esa estancia asfixiante en que le habían pasado las peores desgracias y entonces temerosa buscó a ese hombre con la mirada...
Y lo vio.
Él estaba sentado en su sillón negro en posición fetal y temblaba descontroladamente, parecía llorando, pero como tenía toda la melena negra hacia delante no se le veía la cara.
Marie se llevó las manos a la boca y se quedó un rato ahí no sabiendo que hacer.
¿Y si le decía algo?
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Una flor en mi jardín MUESTRA // LIBRO 2# Serie Guerreros de la corona//
Ficción históricaCuando están a punto de quitarle la casa a un padre, que recién acaba de sufrir un infarto y no puede recibir disgustos, no queda más que intervenir... Esto es lo que hace Marie Wincley cuando el coronel Steven St. Jones, marques de Dover, manda una...