Era una noche oscura y sin luna. La niebla flotaba sobre el lago, cubriéndolo y dándole una sensación de irrealidad y de sueño. Él andaba con cuidado, procurando no dar un paso en falso que lo haría acabar en el agua, esa agua negra y profunda que se había llevado a otros muchos antes.
Llegó al pequeño embarcadero donde tan solo dos meses antes habían compartido risas y juegos. Pero eso había terminado con la llegada de la lluvia. Lo recordaba como si hubiera sido el día anterior.
Había sido una noche muy parecida a aquella: sin luna, oscura. La lluvia había llegado el último día de las vacaciones y los había obligado a permanecer en la cabaña. Pero cuando se hizo de noche dejó de llover y ella quería salir.
- Ya no llueve - dijo mirando por la ventana -. ¿Salimos a dar el último paseo?
Los demás se negaron. Se marchaban a la mañana siguiente muy temprano y algunos aún no habían preparado las maletas. Pero, a pesar de ser uno de los rezagados, él no pudo negarse, jamás pudo negarse a esos grandes ojos azules que cuando le miraban le hacían sentir que en el mundo no había nada más que ellos dos.
Salieron de la cabaña y se dirigieron al embarcadero en el que estaba amarrada una pequeña barca gastada por el tiempo y el agua. Ella quería subir y dar una última vuelta por el lago. Él no. No sabía nadar y temía caerse de una barca tan pequeña y vieja.
- Cobarde - dijo ella riendo y subiendo de un salto a la barca -. ¿Ves? No pasa nada.
Aún no bien había acabado de hablar cuando se rompieron las tablas que tenía debajo de los pies. Cayó al agua con un sonoro chapoteo y no volvió a salir. Él empezó a llamarla, poniéndose más y más nervioso a medida que pasaba el tiempo y ella no salía.
Estaba a punto de llamar a los otros cuando ella salió de golpe, empapándole en el proceso. Se reía con esa risa que siempre acaba contagiándolo. Pero no esa vez. Le había dado un susto de muerte y estaba muy enfadado.
Dio media vuelta y empezó a dirigirse hacia la cabaña. No había dado ni cinco pasos cuando ella empezó a gritar y a agitarse en el agua como si se estuviera ahogando. Pero él no se giró. No iba a picar dos veces en el mismo truco. Ella empezó a llamarlo por su nombre, asustada, con la respiración entrecortada y, de repente, solo hubo silencio.
Esta vez sí que se giró, pero ya no la vio. Se acercó al embarcadero, pensando que ella saldría en cuanto se acercara al borde, volviendo a mojarle. Pero no salió. Nunca volvió a salir.
Dos meses más tarde, él volvía a estar en el mismo sitio, el lugar en donde la había visto por última vez.
Y en donde la volvía a ver, más guapa que nunca, con el largo pelo rubio flotando alrededor de su cara, mirándolo con esa mirada a la que nunca supo decir que no.
Y cuando su mano salió del lago agarrándole del pantalón, no necesitó tirar.
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Relatos Cortos
Cerita PendekEstos diferentes relatos cortos que, o bien he escrito para al revista del instituto y nunca se han publicado, o bien se me han ocurrido sin mas. No tienen una categoría en común o, al menos, esa es la idea. Espero que os gusten