Prólogo.

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Pearl salió del departamento, algo asustada por los gritos furiosos de Molly. Le recriminaba cosas que ella no estaba segura de recordar. Por ejemplo, el hecho de que ya no la miraba como al principio.

Pearl contemplaba a Molly todos los días apenas se despertaba. Veía sus ojos -aún cerrados-, observaba la expresión de tranquilidad e inocencia en su rostro, su pálida piel interrumpida por el color tímidamente rosado de sus mejillas. Molly dormía con los labios semi-abiertos, así que, viendo a través de las puertas rojas y carnosas de sus labios, se encontraba con aquellos dientes brillantes y perfectamente alineados.

El estrepitoso ruido de las maletas cayendo a sus pies la interrumpió de sus pensamientos. No intentó pedirle perdón, ni explicaciones, ni clemencia. Solo se quedó mirándola. No lloraba, pero en su interior las piezas de su corazón destruido caían hiriendo el resto de sus órganos y su alma. Pearl tenía una teoría que aseguraba que el corazón (no el corazón físico, si no el espiritual, aquel que desde pequeños dibujamos para señalar que queremos expresar amor) está hecho de vidrio, y sus cimientos son de vidrio. Es un vidrio no tan frágil, pero siempre puede romperse. A veces de tantos golpes termina por destrozarse, pero en algunos casos un solo impacto lo suficientemente fuerte puede acabar con el amor, las esperanzas la felicidad que nuestro corazón de vidrio albergaba. La única forma de volver a unir las piezas de un corazón roto es con calor. Pero siempre estará aquel pedazo minúsculo que nunca llegaremos a encontrar. Una vez que el corazón se rompe, nunca volverá a estar del todo completo.

Pearl asintió suavemente. Los ojos de Molly disparaban rayos invisibles que se clavaban en los de Pearl y leían su alma. Siempre lo habían hecho, pero ahora eran dolorosos. Pearl apartó la mirada. Tomó las maletas y se alejó por el pasillo.

Lo último que oyó fue la puerta cerrándose. Ese sería el recuerdo que le quedaría de aquel edificio donde había vivido tres años de su vida y el cual había visitado tantas veces en años anteriores.

Miró la calle repleta de automóviles, la gente pasando cerca de ella, y por primera vez, allí, en medio de montones de personas, se dió cuenta de lo sola que estaba.

Corazón de vidrio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora