Capitulo 3

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Corrí a alertar a los demás ciudadanos, si los licántropos habían atacado una vez podian hacerlo otra, eran temidos por su ferocidad.

-¡Correr! ¡Hagebak ha atacado! - Grite con todas mis fuerzas

De repente escuché un fuerte estruendo. Siguiendo el ruido llegué a la puerta de entrada de la ciudad; para mi sorpresa había cuatro hombres lobo junto a los trozos de madera que antes eran la puerta. -¡Valle, nuestro!- Aullaron con su pesimo vocabulario- Tras lo cual uno de ellos de una zancada se plantó delante de un atemorizado niño, y antes de que pudiera hacer nada lo agarró y se lo llevó. Hubo unos segundos de silencio; solo se escuchaban los llantos de la madre del niño secuestrado.

Había pasado tan solo un día del ataque de Hagebak, tras esto el rey Conall había convocado una reunión con sus consejeros para decidir que hacer al respecto. Me encontraba pensando sobre el tema a la entrada del castillo, cuando de repente salió uno de los hombres de confianza del rey. - Señor Gregor, de nombre Edam -(Así me llamaba yo)- El rey le requiere, tiene una noticia para usted- Me quedé estupefacto. No me lo esperaba para nada, pero a medida que iba recorriendo los enormes pasillos que conducian a la sala de reuniones, me empecé a hacer una ligera idea de lo que quería el monarca de Starien.

-Buenos días comandante Gregor.

-Hace años que no soy comandante, majestad- Dije con educación, recordando esos tiempos en el ejercito.

-Pero pronto lo volverá a ser- Dijo de sopetón.

Me quede impresionado, sabia perfectamente a lo que se refería.

-Señor Gregor, no me iré por las ramas, lo sucedido ayer es una clara evidencia de que la guerra se aproxima, y si no hacemos algo al respecto podrían atacar de nuevo; la proxima sera mas grave y violenta. Por eso le elegido a usted para dirigir una expedición con cincuenta soldados a la ciudad de Hagebak e intentar interrogar a algunos altos cargos cercanos al rey, para saber que pretenden.

-De acuerdo majestad- Dije disimulando mi preocupación-

-Partireis mañana al alba. Buena suerte.


Había llegado el momento de irse. Ya tenía asignados lo soldados que me acompañarían, solo conocía a dos; uno de ellos era Ukko, en realidad ese era su apodo, nadie sabía su nombre real, tenía una mascara que le tapaba parte del lado izquierdo de la cara. Se rumoreaba que un Greng le atacó hace muchos años, tras lo cual había quedado terriblemente traumado. Iba armado con una enorme espada plateada acabada en una punta naranja. La otra era Karina, una joven de unos 26 años, con el pelo castaño y ligeramente rizado, siempre me había parecido muy simpática y alegre. Iba provista de una lanza, la cual tenía veneno de rana de fuego en la punta. Aparte tenía cuarenta y ocho soldados más para defenderme de las posibles amenazas. Hagebak estaba muy lejos, era como minimo una semana caminando; y si algo saliese mal me llevaria conmigo a la tumba a cincuenta soldados con sus familias.


El reino de BergelmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora