Retiro 21

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Todavía sigo pensando en la manera en que se me pusieron los pelos de punta cuando te vi aparecer por la escalera de la estación, me puse tan nerviosa que no era capaz de mirarte a la cara, pero a la vez tampoco era capaz de apartar mis sentidos de ti. Recuerdo como me abrazaste y lo corto que se me hizo el abrazo y también recuerdo la gracia que me hizo tener que auparme para llegar a darte dos besos. Tambien me hizo mucha gracia cómo te quejabas porque te hice andar sin rumbo por los paseos del Retiro, pero lo que no sabes es que tenía miedo de llegar a algún lugar donde nos quedásemos tu y yo solos... Tenía miedo de lo que pudiera pasar, o mejor dicho, de lo que pudiera no pasar. Todas esas conversaciones que habíamos tenido sobre besos y abrazos, sobre ganas y rechazos... Mucha tensión acumulada en un cuerpo tan pequeño como el mío. Y de repente llegamos; un banquito solitario al final del parque, rodeado de cintas rojas que cortaban el paso hacia los demás caminos, dejándonos solos en una pequeña placita rodeada de árboles y jardines. Parecía como si el destino nos hubiera querido ofrecer el típico escenario perfecto de cita de película o una especie de "reservado VIP" en alguna de las mejores discotecas. No se bien como describirlo, lo único que se es que me sentía muy pequeña, más aún de lo que ya me hace sentir mi metro sesenta al lado de tu metro ochenta y cuatro. Recuerdo que nos sentamos cada uno a un lado del banco, y que tu no hacías más que picarme y desatarme los cordones, pero, de repente, algo cambió. De repente estabas tumbado con tu cabeza sobre mi tripa, acariciándome sutilmente la pierna tratando de averiguar si los dibujos de mis pantalones tenían relieve o eran simplemente eso, dibujos. Aquí fue cuando se empezó a parar el tiempo, cuando la situación de dos amigos que se aprecian se convirtió en algo más... Recuerdo como la forma de mirarnos de las personas que pasaban paseando también cambió; pasaron de ser miradas simples que recorrían el parque buscando el siguiente camino por el que continuar su ruta a ser miradas tiernas con sonrisitas tímidas que iban dedicadas a nosotros dos. Después vino uno de los momentos más tensos para mi; tu estabas tumbado en el banco boca abajo y de repente decidiste que te querías dar la vuelta, comentario que me puso bastante nerviosa hasta el punto en que noté como mis mejillas se encendían, porque si, soy muy vergonzosa, y rápido me pongo como un tomate. Tras dos minutos dándote largas para que no te movieras, intenté hacer como que no pasaba nada y accedí a llevar a cabo tu plan, pero cuando me quise dar cuenta estabas sentado en el banco conmigo encima, quedando cara a cara uno enfrente del otro. Recuerdo que por un momento no sabía que hacer hasta que me encontré con tus enormes ojos verdes... Aquí es donde empezó la lucha entre mi cabeza y mi corazón, entre la ética y los sentimientos, entre el autocontrol y los impulsos, impulsos que sólo me empujaban a besarte y perderme contigo, y que tuve que controlar a base de perder la mirada en el fondo del parque para no encontrarme con tus ojos y tus labios. Entonces me rodeaste con tus brazos y hundiste tu cabeza en mi pecho, y toda esa tensión desapareció. Después buscaste mi mano y entrelazaste tus dedos a los míos, como si no me quisieras dejar ir, y yo no me quería ir, yo sólo quería que ese día no terminara nunca,

yo sólo quería que se parara el tiempo.

Noches de tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora