Capítulo tres.

204 28 0
                                    

Kim Jongin era la pura imagen de la intransigencia. Todo él era estoico. Los músculos de su cuerpo parecían estar siempre en tensión, su mente no descansaba nunca, y su rostro estaba siempre impávido. Sus ojos gris perla eran duros, helados, sin rastro de emoción.
La viva imagen de la muerte.
Siempre llevaba a su alrededor un aura oscura, peligrosa y atrayente.
Porque Jongin era un seductor, con sus facciones finas, su nariz cincelada, sus labios abultados y su pelo castaño perfectamente arreglado, parecía una representación celestial. Y sabía aprovecharse a la perfección de su papel. Se había convertido en un maestro del engaño, un actor que sabía interpretar perfectamente su farsa, atrayéndote, embriagandote, para luego devorarte sin darte cuenta, cautivandote con su falsa imagen angelical. Como un niño que no sabe pecar.

Un símil de bondad.

Nada más lejos de la realidad.

Debajo de esa fachada consagrada, se escondía un monstruo.Uno inhumano, atroz y sanguinario. Adoraba el sufrimiento en las personas, ver como suplicaban y lloraban, rogando clemencia.

¡Já! Jongin no sabía lo que era el perdón. Nunca lo había pedido ni lo había otorgado. Y mucho menos iba a empezar ahora.

Paseó sosegadamente por su despacho, justo detrás del enorme escritorio que presidía la sala, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda llevando un compás hipnotizador. Juntó las manos a su espalda despreocupadamente mientras dirigía su mirada al techo, justo dónde colgaba una inmensa lampara de araña.

Parecía apacible. Parecía.

- A ver si lo he entendido bien... Lo habíais encontrado.- Afirmó con voz pausada. Posó su mirada en los tres hombres sentados frente a él, esperando una confirmación, la cual no tardó en llegar con un asentimiento nervioso de los tres.- Y lo habíais atrapado. De hecho estábais a punto de matarlo, pero luego... ¿Me puedes repetir qué pasó exactamente luego?.- Preguntó a nadie a la nada, con voz aterciopelada que solo hizo aumentar los nervios en los hombres.

- Luego...- Yesung carraspeó cuando vio que su voz había salido más temblorosa de lo que esperaba.- Luego tuvimos un pequeño encontronazo.

- Encontronazo.- Repitió Jongin.

- Sí, nos topamos con Lee Jinki.- Esta vez quien contestó fue Nichkhun, que parecía el único en poder controlar el temor, aunque lo llevase por dentro.

- Pero no iba solo.- Añadió rápidamente Yesung.- También estaba Kim Jonghyun.

La escalofriante risa de Jongin rebotó en las cuatro paredes de la sala. Paró su andar justo enfrente de los chicos, mirándoles tranquilamente, aunque a su espalda estuviera apretando los puños.

- También estaba Kim Jonghyun.- Repitió con voz mortífera reflejando burla y, sobretodo, repugnancia.

Los tres chicos se estremecieron en su asiento. Definitivamente Jongin no estaba para nada apacible.

- Y ahora se supone que tengo que hacer...¿Qué? ¿Pasarlo por alto?

- No volverá a pasar.- Aseguró Woohyun un poco inseguro

Jongin resopló con incredulidad. Se le había acabado la paciencia.

- Por supuesto que no volverá a pasar, porque os voy a arrancar la cabeza ahora mismo.- Gruñó con los dientes apretados, haciendo que sus elegantes facciones se tensaran e inclinándose hacia el escritorio, aterrando más a los chicos.- No, aún mejor, os colgare de este mismo techo y os quemare poco a poco hasta que os volváis cenizas. ¡Así aprenderá todo el mundo en este maldito lugar a cumplir una orden!

Después de medianoche. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora