Capítulo 3

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Nuestros caballos ya están ubicados en la cuadra y, tras guardar los equipo que mi padre trajo a la guarnicionería, nos montamos en uno de los coches eléctricos que están aparcados bajo un alero.

—Es muy fácil de conducir —explica uno de los hombres, a la vez que presiona un gran botón del salpicadero para ponerlo en marcha—. Esta palanca tiene tres posiciones:marcha adelante, parada y marcha atrás. Les acompañaremos durante el primer trayecto y luego podrán desplazarse a su aire.

Me impresiona el silencio del vehículo eléctrico tanto como el mutismo de nuestros guías,de modo que, aunque tengo mil preguntas que hacer, decido concentrarme en el viaje hacia el castillo, donde pronto podremos instalarnos en nuestras habitaciones.

Cruzamos hectáreas de campiña que son de todo menos urbanas —acantilados, landas de brezo y junco, prados, arboledas— hasta que llegamos al majestuoso castillo de piedra blanca, tirando a rosada. Erigido de cara al océano, parece estar formado por un edificio central del que salen tres alas, cada una de ellas coronada por una torrecilla rematada en pizarra. Rodeamos las dos primeras alas y nos detenemos frente a la entrada del edificio principal, bajo un arco adornado con gárgolas y monstruos terroríficos. Reprimo un escalofrío y vuelvo la mirada hacia el aparcamiento, lleno de vehículos dispuestos en ordenadas filas.

—Sean tan amables de seguirnos...

Subimos por una escalera tallada en la misma piedra que las paredes y llegamos al salón principal, inundado por la luz que atraviesa sus grandes vidrieras.

—La capilla se halla a mano izquierda. La biblioteca y los apartamentos privados del Sr.Hannibal están al frente y el ala reservada para invitados queda a mano derecha. Les guiaré hasta sus habitaciones y les mostraré dónde pueden descansar y alimentarse.

Ah. Así que somos los invitados de un tal Sr. Hannibal del que nunca he oído hablar.Espero que una vez que estemos todos acomodados, ¡mi padre me cuente por fin qué está pasando! Mientras tanto, le sigo a lo largo de un amplio pasillo, no sin antes mirar atrás, ala impresionante escalera de caracol que conduce a las habitaciones privadas, distribuidas en tres plantas. La cúpula de cristal en lo alto refleja la barandilla y proyecta la luz del atardecer a cada paso, dibujando líneas sobre los retratos familiares que cubren las paredes. Es tan hipnotizante que me cuesta alejarme de esta espiral de luces y sombras.Los empleados de nuestro anfitrión nos abren las puertas de las habitaciones en perfecta sincronía y mi padre y yo entramos en la zona que nos han reservado.

Lo primero que descubro es que la poca ropa que metí con prisas en la mochila está cuidadosamente doblada o colgada en perchas en uno de los armarios. Siento que me pongo roja como un tomate y rápidamente me giro hacia la ventana. Estoy terriblemente avergonzada. ¡Incluso me han doblado y colocado la ropa interior! Abro las ventanas de par en par para disimular mi vergüenza y me recibe el graznido de las gaviotas sobre el murmullo del océano. Me asomo a la ventana: es maravilloso. Mi habitación cuelga sobre el vacío y me permite ver completamente la puesta de sol, en el horizonte sobre las olas.

Por fin podré disfrutar del lujo inesperado de dormir en un castillo, yo que jamás he conocido otra cosa que no fueran las acogedoras, si bien increíblemente kitsch, caravanas circenses.

4.- Zaldia - El Caballo Andaluz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora