Capítulo 5

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Apenas me da tiempo a lavarme los dientes, recogerme el cabello y ponerme las zapatillas antes de que llegue el carrito que nos trasladará a los establos. Nuestro circo monta un espectáculo en Moscú cada año por Navidad, pero no recuerdo haber visto nunca a Hannibal en él. Yo debía ser muy pequeña si él se acuerda de mí, pero yo de él no. Tengo tantas preguntas en la cabeza. ¿Por qué necesita Hannibal artistas de circo para volver a enseñarle a montar a caballo? Con todos los medios que parece tener a su disposición,¡podría conseguir los mejores instructores de equitación del mundo! ¿Cómo se ha«olvidado» de montar a caballo? ¿Se debe su cojera a un accidente de equitación? ¿Un terrible accidente que le dejó traumatizado?

Ya estamos. Mi imaginación vuela a mil por hora, imaginando 10.000 situaciones posibles. Termino por sentir lástima por este hombre glacial de quien realmente no sé nada. Tal vez la equitación no sea más que el capricho de un millonario aburrido. ¡Puede que cambie de opinión al instante y decida aprender a saltar en paracaídas o a bordar en su lugar! Sacudo la cabeza y respiro profundamente para alejar tan alocadas ideas. Si mi padre me contara las cosas, ¡tendría muchas menos preocupaciones y menos dolores de cabeza!

Hannibal ya está delante de la cuadra, alto y firme, a una distancia considerable de la puerta. Lleva un traje de montar completo, sombrero, chaqueta, pantalones y botas incluidos, todo de estreno. Hago una mueca al ver la fusta que esgrime contra su muslo y las espuelas que relucen en la parte posterior de sus botas. Uh oh... Si pretende montar a nuestros caballos, espero que mi padre le haga quitarse estos dos últimos accesorios. Delo contrario, ¡juro hacerlo yo misma!

Me sorprende que Mishka y Mysh' no estén agolpados ante la puerta, suplicando una palmadita en la cabeza o una golosina. Están al fondo de la cuadra, detrás de Zaldia, que parece retenerlos y mantener la guardia, tan tieso como el mismo Hannibal. Cuando nos identifica a mi y a mi padre, Zaldia deja escapar un relincho de reconocimiento y se relaja.Viene trotando hacia nosotros, seguido por los gemelos a galope que pronto le adelantan y se detienen justo antes de llegar a la valla. Estoy tan feliz de verlos. No puedo evitarlo. Me cuelo por debajo de la barrera y me acerco a saludarlos. Los acaricio y ellos me olisquean los bolsillos en busca de zanahorias, excitados como potrillos. Yo los tranquilizo y llamo a Zaldia, pero me doy cuenta de que está retraído, observando a Hannibal por el rabillo del ojo, aún sin confiar en este desconocido. Me vuelvo hacia mi padre, a la espera de instrucciones. Doy por hecho que va a pedirme que coja una brida y una silla de montar para comenzar nuestra lección, pero en su lugar camina hacia la puerta y se dirige a Hannibal:

—Deje ahí la fusta y las espuelas, y sígame.

Bien. Mi padre ha superado la misión «deshacerse de los instrumentos de tortura».Hannibal parece perdido, como si le pasara una película por la cabeza, pero la voz de mi padre le saca de su ensoñación. Se pasa la mano por el pelo con nerviosismo antes de obedecer y avanzar hacia la puerta, visiblemente estresado. Una vez cerrada la puerta dela cuadra, mi padre camina lentamente hacia los caballos, seguido de Hannibal,prácticamente escondido tras él. Ni que mi padre fuera su guardaespaldas. Zaldia da un paso hacia atrás, aplana las orejas y patalea antes de galopar hasta el fondo de la cuadra.Los gemelos, más complacientes, se acercan lentamente a mi padre.

—Estos son Mishka y Mysh' —le indica a Hannibal, apuntando a la derecha y la izquierda,respectivamente.

Mi padre se detiene y los saluda con la cabeza. En respuesta, los gemelos paran al unísono y bajan una rodilla al suelo; es su reverencia en las actuaciones.

Tengo ganas de aplaudir, pero puedo sentir la tensión extrema de Hannibal. Está increíblemente pálido, con los dientes apretados, y sospecho que lucha por controlarse.Mi padre no le presta ninguna atención. Sigue acariciando el cuello de los caballos y luego le llama:

—Acérquese.

Pero Hannibal está petrificado, como una estatua. Es obvio que este hombre teme a los caballos y el miedo le tiene completamente paralizado. Hago un gesto a mi padre y, tras un instante, él asiente. Camino con determinación hacia los caballos y le pido a Mishka que se eche a un lado. Entonces me apoyo en el hombro de Mysh' para que se recueste sobre su costado. Ella obedece con gracia y yo me deslizo entre sus patas, tumbándome contra su vientre. Llamo a Mishka, que se coloca en la misma posición, de espaldas a mí.

—Muy bien, queridos —les agradezco.

Nos quedamos inmóviles durante un rato. Comienzo a tener mucho calor, así que me abrazo al cuello de Mishka y paso una pierna por encima de su lomo. Chasqueo la lengua para ordenarle que se levante y luego paso la otra pierna. Lentamente se levanta y yo le aprieto con las pantorrillas para que comience a trotar y a galopar en torno a Mysh', que sigue tendida en el suelo. Después, saltamos sobre ella, sin que ni tan siquiera se inmute.Pongo a Mishka de nuevo al paso, le acaricio el cuello y desmonto. Chasqueo la lengua y Mysh' se pone de pie. La acaricio también antes de darme la vuelta hacia Hannibal, con un gemelo a cada lado.

—Estos dos no le harán daño, señor. Puede acercarse más, se lo garantizo.

¿Le habrá tranquilizado mi demostración? ¿Le convencerá de dar un paso más hacia los caballos?  

4.- Zaldia - El Caballo Andaluz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora