Gasolina para el empotrador

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Salgo a la calle, con una fuerte excitación.

No hace frío y aunque lo hiciera no creo que reparara en ello, ya que lo que me traigo entre manos sube mis pulsaciones y el riego se vuelve tan fluido que noto como la sangre me recorre el cuerpo a gran velocidad.

Mi indumentaria consta única y aparentemente de una gabardina en color camel que acaricia ligeramente las medias que cubren mis rodillas y unos stilletos negros que marcan mi paso como un metrónomo o el propio sonido de mi corazón.

La gente que se cruza o me mira por la calle desconoce mis intenciones, pero eso sólo hace que crezca mi ardor. Me encanta la sensación que produce saber que no saben y a su vez saber lo que se yo.

El sonido de los tacones, en compás de seis por ocho, desaparece justo en el momento en el que timbro al portero de su casa.

Cualquier acontecimiento es tan electrizante como el fin de mi objetivo.

Me encuentro delante de su puerta. Me desabrocho la gabardina dejando a la vista mi cuerpo casi desnudo, vestido únicamente por un conjunto de encaje burdeos con ligueros. Me apoyo en el umbral con una botella de Marqués de Riscal. La puerta se abre y sus ojos sorprendidos se abrazan a lo único que tiene movimiento en ese momento, mis palabras.

"Aquí está el vino y aquí está el postre"

Ahora no son solo sus ojos los que se alimentan de mi. Ahora le he dado gasolina al empotrador.


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⏰ Última actualización: Oct 07, 2015 ⏰

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