Capitulo I - Ojos azules

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Nunca he sido partidaria de las duchas de agua fría, ni siquiera en verano. Pero llevaba más de veinte minutos bajo el chorro de agua caliente y estaba empezando a adormilarme. Y no me lo podía permitir. No hoy. 

Dentro de cuarenta y cinco minutos empezaría un examen de biología que duraría casi dos horas y si consiguiese más de un nueve podría optar a una beca en el Instituto Nacional de Genética Humana. Si lo consiguiera podría ver cumplido mi mayor sueño, convertirme en investigadora de enfermedades genéticas. Podría ayudar a mucha gente. 

Abrí el grifo del agua fría y conté hasta diez aguantando bajo el chorro de agua. Mientras pronunciaba el diez cerré el grifo y me quedé tiritando dentro de la ducha. Estaba congelada, pero al menos había conseguido mi propósito: quitarme el sueño de encima. Salí de la ducha, me envolví en la toalla y empecé a entrar en calor. Me acerqué al lavabo y limpié el vaho del espejo. Observé la imagen que me devolvía y no pude evitar desilusionarme. Pensaba que acostarme a las tantas después de haber estudiado toda la noche no me pasaría factura, pero como de costumbre me equivocaba. Ahí estaban, bajo mis ojos, dos grandes ojeras de un tono berenjena. Al menos así resaltaba el color azul de estos. Saqué el secador del cajón que había bajo el lavabo y lo enchufé. Mierda, no funciona. Lo sacudí y lo desenchufé pero al volver a conectarlo a la corriente seguía sin funcionar. Después de maldecir por lo bajo me di por vencida y lo volví a guardar. Aseguré la toalla que me cubría el cuerpo y salí del baño. 

Desde el pasillo oía a mis padres discutir con la señora de las noticias en la cocina y mis tripas rugieron con el olor a bizcocho. Mi madre debía de estar deprimida. Sólo hace bizcochos cuando lo está y aunque suene a mala hija a veces me alegro. Sus bizcochos son espectaculares. 

Entré en mi habitación y cerré la puerta. Miré el reloj, las ocho y media. Bien. Me puse unos vaqueros claros, un jersey con el cuello en pico beige y unas bailarinas del mismo color. Me sequé el pelo lo mejor que pude con la toalla y después volví al baño para colgarla. Bajé las escaleras con el móvil en la mano revisando mis mensajes y entré en la cocina. 

-Buenos días, mamá- le di un beso al pasar al lado el fregadero, donde estaba secando los platos. –Papá-  también le besé al pasar a su lado.

-Buenos días cariño. ¿Qué tal llevas el examen?- me preguntó mi padre.

-Creo que bien- respondí mientras me sentaba enfrente suya y llenaba un bol con leche fría. 

-¿Sólo lo crees?

-No- eché un par de puñados de cereales de chocolate en el bol y más segura respondí  -estoy segura de que lo llevo bien.

Miré el reloj y vi que ya eran menos cuarto así que devoré mi desayuno y me apresuré a llevar el bol al fregadero. Fue entonces cuando mi madre me agarró del brazo y me hizo girarme hacia ella. Me tomó el rostro entre las manos y exclamó: 

-¡Annie, cielo! ¿¡Has visto que ojeras que tienes!? ¿A qué hora te acostaste ayer?

-¡No exageres mamá! Tampoco me acosté tan tarde. Además, ahora tendré unos de días para descansar.- la agarré de las muñecas y retiré sus manos de mi rostro. 

-Anda, sube y date un poco de maquillaje que parece que te han pegado.

-¡Mamá! Qué voy al instituto no a la gala de los Óscar. No pienso ponerme maquillaje.

Con los gritos de mi madre de fondo me puse la cazadora, cogí la mochila y las llaves y salí de casa. Un silbido me alertó de que tenía un mensaje nuevo. Era de Will. 

<<Espérame en la esquina de siempre, tengo una sorpresa>>

Eran sólo tres palabras y ya estaba temblando. "Tengo una sorpresa" eso no sonaba nada bien. Llegué a la esquina en la que quedamos siempre Will y yo. Por un lado (por el que he venido) se llegaba a mi casa y al girar, se va al centro. Will vive unas calles más atrás que yo, cerca del parque Bridgestone, en una casa color salmón de ventanas azules. Su madre tiene mal gusto, siempre me lo recuerda y la verdad es que estoy de acuerdo con él. Elizabeth Pryce es una mujer de lo más encantadora y su lasaña es realmente deliciosa pero en lo referente a decoración... Al menos permitió que Will redecorase su habitación cuando cumplió los trece. 

CICATRICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora