Parte 5-Entregada a ti.

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Sentí a través de la venda, su mirada clavada en mí. Expectante, mientras mi pecho subía y bajaba agitado, esperando por más.

Sus manos se posaron en los costados de mi cara, apresándome. Su boca comenzó a atacarme con un hambre atroz. Guerra de lenguas, hambre de sexo. Me sentí devorada, toda suya.

Su boca comenzó a bajar, y bajar. Llenando mi cuello de besos, mordisqueándome la oreja. Mientras que sus brazos me acariciaban, como queriéndome dar algo de tranquilidad, en el medio de la tormenta.

Me tomó los pechos con furia, y yo quedé jadeando, al borde del sollozo. Hasta que repentinamente, sentí el vacío. Se había apartado de mí. Me quedé unos segundos quieta, tratando de ubicarme. Me incorporé, apoyándome en los codos, tratando de oír o comprender algo.

– ¿Que va mal? – pregunté con un susurro.

–Nada bebé, solo estoy, controlándome. – respondió agitado.

–No quiero que te controles, quiero que me hagas tuya. – mi voz sonó decidida.

– ¿Estás segura?, no quiero lastimarte.

Levante mi mano, tratando de buscarlo, y lo encontré. Pude sentir su rostro, por primera vez. Lo recorrí, como la haría una persona no vidente. Noté su rostro varonil, mandíbula cuadrada, barba apenas crecida, esa barba de lija que me atormenta de una manera que me hace vibrar de placer, nariz recta, labios carnosos. Sólo si pudiera saber el color de sus ojos, pensé. Terminé de examinar su cara, y me detuve en sus labios, los recorrí con mimo, los acaricié, y me acerqué a ellos para seguir con el recorrido de esa extraña, pero adictiva piel. Deseaba que me hiciera suya, era una necesidad que crecía minuto a minuto.

–Quiero que me hagas tuya, lo necesito ahora, no te contengas, por favor.

Esas fueron las palabras decisivas. Esa frase desató la fiera que quería que me tomara desesperadamente, y así lo hizo.

Me besó tan fuerte en la boca, que pensé que me había lastimado el labio. Sus manos me tomaron fuertemente de la nuca, mientras asaltaba mi boca, como si fuese el último oasis de la tierra.

Y así también, de golpe se separó, pero no fue muy lejos. Me tomó de los brazos, con su respiración errante,

– Espera un segundo. – dijo moviéndose, –Voy a ponerme un preservativo, me muero de ganas que los hagas vos, pero no puedo sacarte la venda. – lo dijo emocionado y afligido a la vez.

–Déjame ayudarte, guíame. – y de pronto pensé, guau, que valentía la mía. Creo que a él le sorprendió también, porque se quedó quieto un instante.

–Dame tus manos, me muero si no siento tus caricias en mí. – y así lo hice. Tímidamente seguí la línea de su cadera. Por cierto, el pantalón debió salir en algún momento, porque solo sentía carne, carne firme y suave. Delineé con los dedos ese músculo, tan masculino que se forma en V en el vientre. Sentí sus abdominales bajos, bien marcados, por cierto.

–No te entretengas, Dios, no sabés lo que me estás torturando. – no sonó a suplica, más bien a lamento.

Hasta que al fin llegue al juguete deseado. Creo que a penas pude rodearlo con las manos, grueso, duro y muy caliente. Sí, creo que eso lo define todo. Mi lujuria estaba a mil, respiraba por la boca, muerta de sed. De sed de sexo y con su ayuda, el preservativo, fue calzando en toda su longitud. La cual recorrí una y otra vez, hasta que sentí su frente contra la mía, jadeando desesperado.

–Basta, detente un poco, me estas matando. – Me sentí poderosa, a pesar de estar en inferioridad.

Tomó mis manos, con firmeza, pero delicado a la vez y las colocó sobre mi cabeza. Aprensándome sobre la cama y su gran y poderoso cuerpo. Besando mi cuello, yo no podía dejar de arquearme, buscando más.

–Intentaré no ser muy brusco, tengo miedo de no durar, me tenés muy duro nena, y muy deseoso de enterrártela hasta el fondo. – Mi respuesta fue un jadeo estremeciéndome, expectante de toda esa promesa que me estaba entregando.

–Voy a ser suave, tengo que ser suave. – repetía como un mantra.

– ¡Dámelo ahora, fuerte, lo quiero todo ahora! – de pronto exigí, a viva voz. Levantando la cabeza. Como si en toda esta situación, yo estuviera a cargo.

A pesar de todo, si me sentía a cargo. Me sentía la mujer más poderosa del planeta. Excitada, y obligándolo a darme todo y más.

Finalmente desate la fiera que estaba dentro de este extraño, que había pagado por mi cuerpo y sin querer, se estaba adueñando de un trozo de mi alma.

Servicio bajo las sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora