Prologo. Asi empezó la venganza.

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Unos pasos resuenan en la caverna donde se esconde Aracne. Ella teje sin descanso, es lo único que puede hacer después de la maldición que le puso Atenea hace más de dos mil años.

− Hola. − dice la voz de su enemiga.

− Tienes suerte que seas una diosa y no te pueda matar. − le dice la araña.

− He venido a darte una noticia. − le dice. La araña deja de tejer y mira a su enemiga durante un rato. Atenea lleva una armadura griega.

− Escupe. − le dice.

La diosa sonríe orgullosa. Ha captado la atención de su enemiga.

− He decidido perdonarte. Te daré una semana al año para que puedas salir y ver mundo. − le dice. − Con una excepción, nada de atacar a mis hijos. Júralo.

− Juro por el río Estigio que nunca atacaré a tus hijos mientras este fuera de esta caverna. − dice la araña. − ¿Por que lo haces?

La diosa la mira con pena.

− Todos merecemos segundas oportunidades, Aracne, hasta los dioses. − dice. La diosa saca una esfera azul. − Llévala contigo. Te quitara tu apariencia física. Cuando deje de brillar te transportara aquí.

La diosa desaparece. La esfera empieza a brillar. La araña coge la esfera y siente como su cuerpo se encoje; sus ocho patas desaparecen dejando ver a una joven mujer. Con el cabello claro y ojos negros.

La caverna desparece. Su vista se nubla por momentos y cae de boca en una calle. Nota un fuerte dolor en el hombro.

− ¿Se encuentra bien?− le dice una voz másculina y con un ligero acento latinoamericano.

Aracne se levanta y observa al hombre. Tiene el pelo oscuro, ojos azules y una sonrisa muy bonita.

− Estas herida. − dice el hombre tocándole el hombro. Suelta un gemido de dolor. − Vivo aquí al lado y tengo lo necesario para poderte curar.

− Estoy bien. − dice. Se agarra el hombro y lo aprieta.

− Me fió más de la mueca que acabas de hacer que lo que dices. − dice el hombre con expresión divertida.

− Si le digo que estoy bien es que estoy bien. − dice la muchacha. − No me fió de usted.

− Mi nombre es Andrew. − dice tendiéndole una mano. − ¿Y usted?

La muchacha le mira con curiosidad. Puede que ahora sea una mortal, pero cuando termine la semana volverá a tejer hasta que pase otro año.

− Eres raro, Andrew. − le dice la chica. El hombre ríe divertido. No es la primera ni la última vez que se lo dicen. − Me llamo Arac... Arancha.

Le tiende su mano fría y delgada al hombre.

− Encantada. − dice el hombre con una sonrisa que la conquistó en ese momento. − Y ahora me gustaría curarle ese hombro dislocado.

La chica acepta a insistencia de Andrew. La lleva a su casa. Esta cerquísima.

Entran en el apartamento que estaba más oscuro que la boca del lobo. Enciende la luz y pudo ver restos de comida por aquí y restos de ropa por acá. Le recordó a su guarida.

− Perdona el desorden. No pensaba traer visita. − dice. − Siéntate, por favor.

Aracne se sienta en el sofá y espera tranquilamente.

Andrew llega con un botiquín. Rompe la camisa blanca de la chica. Su piel reacciona ante el contacto de la piel del chico. Coge la venda y se la pone alrededor del hombro para inmovilizárselo.

− Muchas gracias. − dice cuando termina de vendarle el hombro.

− No hay de que. − dice el muchacho. Saca una tirita y se la pone en el labio. Sus mejillas se vuelven rosada y el Andrew sonríe ante la reacción de la muchacha.

Le acaricia la mejilla.

− Eres muy hermosa. − le dice con una sonrisa. La chica se ruboriza.

− Seguro que hay mujeres más guapa que yo. − dice. El chico la besa.

Editado el 4/10/16

La hija de mi enemiga. (CCM #2)[EDITADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora